La posición clásica de los ángeles y los hombres era antes muy importante; los hombres consideraban un honor venerar a los ángeles. Por eso está escrito en el panegírico de Abraham que dio hospitalidad a los ángeles y se inclinó ante ellos.
Pero que un ángel se incline ante un ser humano era algo impensable antes de que el ángel Gabriel saludara a la Santísima Virgen, diciendo “Dios te salve María” en el momento de la Anunciación.
La razón por la cual, antes de la Anunciación, el ángel no reverenciaba al hombre, sino que este último veneraba al ángel, se debe a que el ángel estaba muy por encima del hombre y ello en tres aspectos:
- No era apropiado que la criatura espiritual e incorruptible reverenciara a la criatura corruptible, es decir, al hombre.
- El ángel es alguien muy cercano al Altísimo, es como su asistente. El profeta Daniel dice en el capítulo 7: "Un millón de ángeles le sirvieron y mil millones estaban presentes ante de Él". Pero el hombre es como un extraño, exiliado de Dios por el pecado. Está escrito, en el Salmo 54: "Huyendo, me alejé".
El ángel era superior a él, en tercer lugar, por la plenitud del esplendor de la gracia divina. Por eso aparece siempre rodeado de luz. Pero para los hombres, aunque tienen una parte de la luz de la gracia, esta luz, sin embargo, es débil y está como en la oscuridad.
Por tanto, no era apropiado que el ángel reverenciara al hombre, hasta que en la naturaleza humana hubiera una persona que en estos tres aspectos fuera superior al ángel; y esta criatura será la Santísima Virgen.
Y para demostrar que en estos tres puntos Ella era superior, él quiso hacerle reverencia; lo que le hizo decir: "Dios te salve, María".
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