La Oración dice así: «Señor mío y Dios mío, Jesucristo, ofrecemos a Tu Corazón Sagrado nuestra casa y nuestras personas por el Corazón Inmaculado de María. Hoy muchos Te arrojan de su vivienda, familia y trabajo; nosotros, como Zaqueo y Lázaro, Te recibimos en nuestro hogar. Quédate con nosotros para siempre.
Señor Jesús, danos la fe, aumenta nuestra esperanza y caridad para hacer el bien a todos en el camino a la Casa del Padre, conducidos por el Espíritu Santo.
Bendito seas por siempre, Señor. Amén.»
Y ahora vamos a hacer una invocación al Espíritu Santo por las familias. Dice así: «Espíritu Santo, Te pedimos desciendas sobre nuestras familias. Da consistencia al vínculo de los matrimonios que se han unido con un lazo indisoluble. Santifica con Tu Poder Divino su amor débil y humano para que se mantenga constante en las pruebas de la vida. Haz que se amen con amor ininterrumpido, dispuestos a sacrificarse uno por el otro. Asiste a los padres para que eduquen bien a sus hijos. Infunde Amor en las familias. Realiza el Milagro de nuestro tiempo, Tu Milagro: las familias santas; ellas dan testimonio de Cristo y para Cristo. Despierta lo que en las familias está dormido. Reaviva lo que está muerto. Haz Luz donde reine la oscuridad y la duda. Caldea lo que está falto de amor. Une lo que amenaza resquebrajarse y fortalece buenos comienzos..
Espíritu Santo, Tú santificaste la Familia de Nazareth. Santifica también nuestras familias. Moldéalas a Su Ejemplo, según Tu Modelo, a fin de que sean como Aquella, un Reflejo de la Trinidad. Amén. Amén.»
El 27 de junio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Padres Redentoristas y cuyo icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso.
Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y que hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.
Se dice que en el siglo XV un comerciante adinerado del Mar Mediterráneo tenía la pintura del Perpetuo Socorro, aunque se desconoce el cómo llegó a sus manos. Para proteger el cuadro de ser destruido, decidió llevarlo a Italia y en la travesía se desató una terrible tormenta.
El comerciante tomó el cuadro en alto, pidió socorro y el mar se calmó. Estando ya en Roma, él tenía un amigo, a quien le mostró el cuadro y le dijo que un día el mundo entero rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Después de un tiempo, el mercader enfermó y, antes de morir, le hizo prometer a su amigo que colocaría la pintura en una iglesia ilustre. Sin embargo, la esposa del amigo se encariño con la pintura y este no realizó su promesa.
Nuestra Señora se le apareció al hombre en varias ocasiones pidiéndole cumpliera, pero al no querer disgustar a su mujer, enfermó y murió. Más adelante la Virgen habló con la hija de seis años y le dio el mismo mensaje de que deseaba que el cuadro fuera puesto en una iglesia. La pequeña fue y se lo contó a su madre.
La mamá se asustó y a una vecina que se burló de lo ocurrido le vinieron unos dolores tan fuertes que solo se alivió cuando invocó arrepentida la ayuda de la Virgen y tocó el cuadro. Nuestra Señora se volvió a aparecer a la niña y le dijo que la pintura debía ser puesta en la iglesia de San Mateo, que quedaba entre las Basílicas Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Finalmente, así se hizo y se obraron grandes milagros.
Siglos después, Napoleón destruyó muchas iglesias, entre ellas la de San Mateo, pero un padre agustino logró llevarse secretamente el cuadro y más adelante fue colocado en una capilla agustiniana en Posterula.
Los Redentoristas construyen la Iglesia de San Alfonso sobre las ruinas de la iglesia de San Mateo y en sus investigaciones descubrieron que antes ahí estaba el milagroso cuadro de del Perpetuo Socorro y que lo tenían los Agustinos. Gracias a un sacerdote jesuita conocieron el deseo de la Virgen de ser honrada en ese lugar.
Es así que el superior de los Redentoristas solicitó al Beato Pío IX, quien dispuso que el cuadro fuera devuelto a la Iglesia entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Asimismo, encargó a los Redentoristas que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida.
Los Agustinos, una vez que supieron la historia y el deseo del Pontífice, gustosos devolvieron la imagen mariana para complacer a la Virgen.
Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del perpetuo Socorro se ha expandido por diversos lugares, construyéndose iglesias y santuarios en su honor. Su retrato es conocido y venerado en todas partes del mundo.