jueves, 25 de enero de 2018

CUANDO REZAMOS





Cuando rezamos a Dios y a la Virgen, es bueno que, además de las intenciones que tenemos y por las que pedimos, digamos al Señor y a su Madre que ayuden a aquellos que están pasando por un momento difícil y que nosotros desconocemos.
Efectivamente tenemos que decirle a la Virgen que aplique nuestros ruegos no sólo por los que sabemos que necesitan de nuestras oraciones, sino también por aquellos que no sabemos que están en momentos difíciles o que necesitan de nuestros ruegos, pero que Ella sí lo sabe, y que si nosotros lo hubiésemos sabido nos habría gustado rezar por ellos.
Quizás son personas que conocemos y que tenemos muy cerca, pero que desconocemos que están pasando por un momento difícil, la toma de una decisión o un problema de salud, etc. Digámosles a Dios y a la Virgen que queremos rezar por aquellos que más lo necesiten, y por todos aquellos que, si hubiéramos sabido que estaban en aprietos, nos habría gustado rezar.
Dios y su Madre saben muy bien todas las cosas y aplicarán nuestros ruegos y buenas obras para esas personas por las que nos habría gustado rezar si hubiésemos conocido por el problema que estaban pasando.
Pero no sólo podemos rezar por los que viven actualmente, sino también por los que ya han vivido y por los futuros, porque Dios está fuera del tiempo y puede aplicar nuestros ruegos de ahora, a hechos y personas del pasado y del futuro.
¡Cuántas veces quizás con nuestras oraciones de ahora, y con nuestras buenas obras, habremos ayudado a alguien en el pasado, para tomar una decisión, para evitar un mal, para inducirlo al arrepentimiento antes de morir, y tantas, tantas gracias y favores que con nuestra oración y sacrificio de hoy, podemos obtener para quienes existieron y para los que existirán!
¡Qué bueno que es Dios que nos da la posibilidad de rezar por todos! Tengamos en cuenta que el Señor puede haber aplicado nuestras oraciones de hoy a un hecho pasado, a un alma que necesitaba una ayuda. O tendrá en cuenta nuestra oración y buena obra para el futuro de algún alma, y de alguna situación.
También las santas Misas son aplicadas por Dios no sólo para las almas de quienes pedimos ahora la celebración de la misa, sino también para los acontecimientos de la vida de aquella persona. Es decir que aunque un alma ya esté en el Cielo, es bueno hacer decir misas por ella, puesto que quizás Dios veía que en el futuro se ofrecerían esas misas por ella, y previó sus auxilios y socorros para ayudar al alma en el pasado.
Por eso no nos cansemos de rezar, de ofrecer sacrificios, de hacer celebrar Misas, porque casi sin saberlo somos grandes bienhechores.

martes, 23 de enero de 2018

¿Menor esfuerzo?




A veces buscamos hacer el menor esfuerzo en nuestra vida en las cosas de todos los días. Pero cuenta una historia de un ermitaño que tenía su celda a unas leguas de la capilla y penosamente debía ir todas las semanas caminando desde tan lejos a la capilla. Entonces decidió construirse su ermita más cerca de la capilla. Mientras iba caminando desde tan lejos y pensando en esta idea suya, escuchaba que una voz contaba sus pasos. Preguntó a la voz quién era, y la voz respondió que era un ángel de Dios que contaba los pasos que cada día hacía él para llegar desde la ermita hasta la capilla, para premiárselos en el Cielo. Entonces el ermitaño comprendió y decidió construirse su ermita mucho más lejos de la capilla.
A nosotros también a veces nos parece que nuestros esfuerzos son inútiles, que nadie ve todo el empeño que ponemos en hacer cosas que quizás nadie nota ni agradece. Pero el Cielo ve cada paso nuestro, cada trabajo, cada suspiro, lágrima y gota de sudor que tenemos por hacer el bien, por ser serviciales, por agradar a Dios y socorrer a los hombres, para premiárnoslo en el Cielo. Pero ya muchas veces somos premiados también aquí en la tierra, y luego en el más allá será el gran, desmesurado premio por nuestro esfuerzo.
Así que perseveremos con constancia en hacer el bien, aunque nos cueste un gran esfuerzo, porque el premio es para siempre, y Dios no deja que ni una lágrima nuestra, ni un suspiro de cansancio sea en balde, sino que lleva cuenta de cada uno de ellos para darnos un premio que ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre la gran felicidad que Dios tiene preparada para quienes le sirven y ayudan a sus hermanos.
Para un cristiano la ley del menor esfuerzo no siempre es la más beneficiosa, puesto que Dios premia el esfuerzo, como veíamos en la historia del ermitaño.

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