miércoles, 18 de julio de 2018

AMOR Y SENCILLEZ








Los seres humanos somos propensos a complicar las cosas. Y Dios, que es simple, quiere que también nosotros seamos simples como es Él. Así, siendo simples y sencillos, entenderemos mejor a Dios y las cosas de Dios.
No es difícil ser santos, porque para serlo hay que saber amar, así de simple.
Dios no quiere atosigarnos con doctrina y teorías o conocimientos, sino que pide de nosotros amor: amor a Dios y amor al prójimo.
No es difícil amar, porque los hombres hemos sido creados para amar, y si no amamos al Dios verdadero, terminaremos amando a falsos dioses como el dinero, el poder, la sensualidad, etc.
Dios quiere que amemos. Y amando, se nos hará todo fácil, porque el amor es el motor para todas las acciones de la vida. Cuando vemos a los padres que se fatigan y desviven por sus hijos, por darle todo lo que necesitan, es que los mueve el amor.
Y también para hacer grandes cosas necesitamos amar lo que hacemos, amar para tener perseverancia en conseguir el objetivo.
En las obras de Dios, las obras de apostolado, con mucha mayor razón debemos amar, porque el amor será el que nos impulsará a hacer grandes cosas por Dios y por los hermanos.
A veces creemos que para ser santos tenemos que estudiar mucha teología o ser eruditos en Sagrada Escritura. ¡No! Si sabemos esas cosas, está bien, siempre y cuando no nos olvidemos del amor y la sencillez. Porque podemos saber muchas cosas pero, si eso que sabemos no está dosificado con amor, se puede convertir en algo inútil.
Recordemos que Dios gusta revelarse a los pobres, sencillos y pequeños; y no a los grandes y doctos. ¿Esto por qué? Porque los pequeños son sencillos, como sencillo es Dios, y a Él le gusta comunicarse con sus semejantes.
Empecemos por el amor, porque Dios nos ha creado para amarnos por toda la eternidad y ya desde la tierra debemos empezar a amar a Dios con todas nuestras fuerzas, para luego ir a amarlo por los siglos de los siglos en el Cielo.
El amor da fuerzas para todo y, amando, es como seremos santos

martes, 17 de julio de 2018

SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA PARA SER UN BUEN CRISTIANO.



Santísima Señora, Madre de Dios; tú eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y cuerpo; mírame culpable, impuro, manchado en el alma y en el cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; líbrame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio de mi pecado; da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte, de cantarte libremente, verdadera madre de la verdadera Luz, Cristo Dios nuestro. Pues sólo con Él y por Él eres bendita y glorificada por toda criatura, invisible y visible, ahora y siempre, por los siglos de los siglos...


Amén

lunes, 16 de julio de 2018

CONFIEMOS EN MARIA



Aunque estemos ya con un pie en el Infierno, no perdamos la confianza en María, pues Ella es la Madre de Dios, y todo lo que María le pide al Señor, lo obtiene infaliblemente.
Si cayéramos en la cuenta de quién es María, de qué poder está dotada, y de cuánto amor nos tiene, seríamos las personas más felices de la tierra, porque saber que la Virgen es la Omnipotencia Suplicante y que nos puede obtener TODO de Dios, nos asegura la paz y felicidad a nuestra alma, y nos lleva a vivir tranquilos y confiados, sabiendo que hay una Buena que vela por nosotros.
Si las cosas se ponen difíciles, o no vemos claro qué camino hay que seguir, o estamos enfermos y tristes, invoquemos a María, confiemos en Ella y en su ayuda, y no quedaremos defraudados, porque la Virgen no rechaza a ninguno por pecador o malo que fuera, sino que lo acoge bajo su manto y lo salva del infierno y de la Justicia de Dios.
Recostemos nuestra cabeza cansada y abatida sobre el pecho de María, que hasta allí no llega Satanás ni el mundo ni ningún mal. Vayamos a nuestra Madre del Cielo y desahoguemos nuestro corazón conversando con Ella, que una madre siempre tiene palabras de cariño para sus hijos, y María es nuestra Madre que sólo quiere nuestro bien.
Aunque estemos en el pozo más oscuro, en al abismo más grande y pavoroso, invoquemos a María que Ella no nos dejará librados a la suerte, sino que pondrá en movimiento todo su poder e influencia ante el trono de Dios, y nos obtendrá todo lo que pedimos y necesitamos.
Confiemos en María Santísima porque antes fallarán el cielo y la tierra, pero jamás se podrá decir que uno que invocó en su auxilio a la Virgen, se viera desoído por Ella.
Amada Virgen del Carmelo me encomiendo a Ti en todos mis pasos, renuevame con tu amor puro y misericordioso, librame de todo mal, amen.

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