viernes, 21 de julio de 2017

Arma poderosa



Arma corta.

Un arma corta, pero de largo alcance (espiritualmente hablando) es la Coronilla de la Misericordia.
Es una oración corta pero que tiene un poder muy grande para alcanzar la Misericordia divina y obtener favores y gracias de todo tipo.
Cuando estemos tristes o cansados, abatidos o con dudas, enojados o temerosos, empuñemos el rosario en nuestras manos y recemos esta Coronilla de la Misericordia, que volverá la paz a nuestras almas, y además de que seremos consolados por Dios, obtendremos favores admirables para nosotros y para quienes amamos.
Pero dejemos que sea el mismo Señor Jesucristo quien nos hable de los beneficios que trae el rezar con frecuencia la Coronilla.
He aquí las palabras del Señor a Santa Faustina Kowalska:
“Por el rezo de este Rosario, me complace dar todo lo que me pidan. Quien lo rece, alcanzará gran Misericordia en la hora de su muerte. Aunque sea un pecador empedernido, si reza este Rosario, aunque sea una sola vez, logrará la gracia de mi infinita Misericordia”.
“Cuando los pecadores recen este Rosario, llenaré sus almas de tranquilidad, y será feliz la hora de su muerte. No les afectará el temor. Mi Misericordia les amparará en esta última lucha”.
“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo"
"Cuando recen este Rosario al lado del moribundo, me pondré entre el Padre y el alma moribunda, no como justo Juez, sino como Redentor Misericordioso".
"A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte".
"Hija mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado. A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz".
“Los Sacerdotes ofrezcan este Rosario a los pecadores, como el último socorro”.
"Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla! Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla. Anota estas palabras, hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos".

PRÁCTICA DEL ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA



PRÁCTICA DEL ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA:

Se reza con un rosario común.

Cada día reza un Padrenuestro, Avemaría y Credo, y luego con las cuentas del Santo Rosario:

Reza 5 decenas. Comienza cada decena así:

“Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero”.

Sigue e implora al Padre Eterno 10 veces, en cada decena: “Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.

Al final, repite 3 veces:

“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.

Y después, es bueno terminar con una Salve a la Virgen.

NOVENA DE LA MISERICORDIA



NOVENA DE LA MISERICORDIA:




Jesús quiere que la Fiesta de la Misericordia vaya precedida de una novena, que puede hacerse con el Rosario de la Misericordia. Comienza el Viernes Santo. “En esta novena concederé a las almas toda clase de gracias”. Es una promesa sin restricciones...

Viernes Santo, 26 de marzo de 1937, en Pradnik.

“Jesús me ordena hacer una novena, que anteceda a la Fiesta de la Misericordia y que debo comenzarla hoy, por la conversión del mundo entero y para dar a conocer la Misericordia de Dios”. “Deseo que mis criaturas tengan confianza en Mí”. (III, 16).

Cracovia, agosto 1937. (III, 57 a 65).

Novena a la Misericordia Divina, que Jesús me ordenó escribir y hacer como preparación de la Fiesta de la Misericordia, para empezar el Viernes Santo.

“Deseo que durante esos nueve días traigas a las almas al manantial de mi Misericordia para que así encuentren la fortaleza, el consuelo y todas las gracias que necesiten para hacer frente a las dificultades de la vida, especialmente en la hora de la muerte.

Cada día traerás a mi Corazón a un grupo diferente de almas y las introducirás en la inmensidad de mi Misericordia, y Yo, a todas esas almas las conduciré a la casa de mi Padre”.

Yo contesté: Jesús, no sé cómo hacer esta novena, ni a qué almas conducir primero a tu Misericordiosísimo Corazón. Jesús, me contestó que Él, cada día, me haría saber a qué almas debía introducir en su Corazón. (III, 57).

NOVENA

PRIMER DÍA

“Hoy tráeme a toda la Humanidad, especialmente a todos los pecadores y sumérgelos en la inmensidad de mi Misericordia. De esta forma me consolarás de la amarga tristeza en que me sume la pérdida de las almas”.

Misericordiosísimo Jesús, cuya inclinación natural es la de tener compasión de nosotros y perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en tu Bondad infinita. Acógenos en la morada de tu Corazón Misericordiosísimo y no permitas que salgamos jamás de Él. Te lo pedimos por el amor que te une al Padre y al Espíritu Santo.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa hacia toda la Humanidad y en especial hacia los pobres pecadores, encerrándolos en el Misericordiosísimo Corazón de Jesús y, por los méritos de su dolorosa Pasión, muéstranos tu Misericordia, para que alabemos la omnipotencia de tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 57-58).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

SEGUNDO DÍA

“Hoy tráeme a las almas de los sacerdotes y religiosos y sumérgelas en mi insondable Misericordia. Fueron ellas las que me dieron fortaleza para soportar las amarguras de mi Pasión. A través de ellas, como a través de canales, mi Misericordia fluye hacia la Humanidad”.

Misericordiosísimo Jesús, de quien procede todo bien, multiplica tus gracias sobre las almas consagradas a tu servicio, para que puedan hacer obras dignas de misericordia; y que todos los que las vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el Cielo.

Padre Eterno, mira con misericordia al grupo elegido de tu Viña, las almas de los sacerdotes y religiosos, dótalas con la fortaleza de tus Bendiciones y por el amor del Corazón de tu Hijo, al cual están unidas, concédeles el poder de tu Luz, para que puedan guiar a otros por el camino de la Salvación y con una sola voz canten alabanzas a tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 58-59).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

TERCER DÍA

“Hoy tráeme a todas las almas devotas y fieles y sumérgelas en el gran océano de mi Misericordia. Ellas me confortaron a lo largo del Vía Crucis y fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura”.

Misericordiosísimo Jesús, que desde el tesoro de tu Misericordia, distribuyes tus gracias a raudales entre todos y cada uno de nosotros. Acógenos en el seno de tu muy compasivo Corazón y no permitas que salgamos nunca de Él. Te imploramos esta gracia en virtud del más excelso amor; aquel con el que tu Corazón arde por el Padre Celestial.

Padre Eterno, vuelve tus ojos misericordiosos hacia las almas fieles, que guardan el legado de Tu Hijo. Y por los méritos y dolores de su Pasión, concédeles tu bendición y tenlas siempre bajo tu tutela. Que nunca claudique su amor o pierdan el tesoro de nuestra santa Fe, sino que, con todo el ejército de Ángeles y Santos, glorifiquen tu infinita Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 59).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

CUARTO DÍA

“Hoy tráeme a los que no creen en Mí y a los que todavía no me conocen. Pensaba en ellos durante las angustias de mi Pasión, y su futuro fervor sirvió de consuelo a mi Corazón. Sumérgelos en la inmensidad de mi Misericordia”.

Misericordiosísimo Jesús, Tú que eres la Luz del género humano, recibe en la morada de tu Corazón lleno de compasión, a las almas de aquellos que todavía no creen en Ti, o que no te conocen. Que los rayos de tu Gracia las ilumine para que también, unidas a nosotros, ensalcen tu maravillosa Misericordia; y no las dejes salir de la morada de tu Corazón desbordante de piedad.

Padre Eterno, vuelve tu piadosa mirada hacia las almas de aquellos que no creen en tu Hijo, y hacia las de aquellos que todavía no te conocen, pero que están presentes en el muy compasivo Corazón de Jesús. Aproxímalas a la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad de tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 60).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

QUINTO DÍA

“Hoy tráeme a las almas de nuestros hermanos separados y sumérgelas en la inmensidad de mi Misericordia. Ellas durante las angustias de mi Pasión desgarraron mi Cuerpo y mi Corazón, es decir, mi Iglesia. A medida que se reincorporan a ella, mis heridas cicatrizan, y de esta forma sirven de bálsamo a mi Pasión”.

Misericordiosísimo Jesús, que eres la Bondad misma, no niegues la Luz a aquellos que te buscan. Recibe en el seno de tu Corazón, desbordante de piedad, a las almas de nuestros hermanos separados. Encamínalas, con la ayuda de tu Luz, hacia la unidad de la Iglesia, y no las dejes marchar de la morada de tu muy compasivo Corazón, que es todo amor; haz que también ellas lleguen a glorificar la generosidad de tu Misericordia.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa hacia las almas de nuestros hermanos separados, especialmente hacia las almas de aquellos que han malgastado tus bendiciones y abusado de tus gracias, manteniéndose obstinadamente en el error. También ellas están acogidas en el Corazón misericordioso de Jesús; no mires sus errores sino el Amor de tu Hijo y los dolores que para su provecho sufrió y aceptó por ellas durante su Pasión y haz que también ellas glorifiquen tu gran Misericordia por los siglos de los siglos. Amén. (III, 60-61).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

SEXTO DÍA

“Hoy tráeme a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños y sumérgelas en mi Misericordia. Estas almas son las más parecidas a mi Corazón. Ellas me proporcionaron fortaleza durante mi amarga Agonía, ya que las veía como ángeles terrenales, velando junto a mis Altares. Derramo sobre ellas un torrente de gracias porque sólo el alma humilde es capaz de recibir mi Gracia. Es a las almas humildes a las que concedo mi Confianza”.

Misericordiosísimo Jesús, que dijiste: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón”. Acoge en el seno de tu Corazón desbordante de piedad, a todas las almas mansas y humildes, y a las de los niños pequeños. Estas almas son la delicia de las regiones celestiales y las preferidas del Padre Eterno, que muy particularmente se recrea en ellas. Son como un ramillete de florecillas que despiden su perfume ante el trono de Dios y el mismo Dios se embriaga con su fragancia. Ellas encuentran abrigo perenne en tu Piadosísimo Corazón, Oh, Jesús, y entonan incesantemente himnos de amor y de gloria.

Padre Eterno, vuelve tu mirada llena de Misericordia hacia las almas mansas, hacia las almas humildes y hacia las almas de los niños pequeños acurrucadas en el seno del Corazón de Jesús rebosante de piedad. Estas almas son las que se asemejan más a tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra hasta alcanzar tu Trono, Señor y Padre de Misericordia y Bondad suprema. Te suplico, bendigas a toda la Humanidad, por el amor que te inspiran estas almas y el gozo que te proporcionan, para lograr que todas las almas entonen a la vez, las alabanzas que se merece tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 61-62).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

SÉPTIMO DÍA

“Hoy tráeme a las almas que espacialmente veneran y glorifican mi Misericordia y sumérgelas en mi Misericordia. Estas almas compartieron los sufrimientos de mi Pasión y penetraron en mi espíritu más profundamente que ninguna otra. Son vivo reflejo de mi compasivo Corazón y brillarán con esplendor especial en la vida futura. Ninguna de ellas sufrirá el tormento del fuego del infierno, porque las defenderé con particular empeño a la hora de la muerte”.

Misericordiosísimo Jesús, cuyo Corazón es el Amor mismo, acoge en el seno de tu Piadosísimo Corazón a las almas de aquellos que de una manera especial alaban y honran la grandeza de tu Misericordia. Dótalas con el poder de Dios y en medio de las dificultades y aflicciones, haz que sigan adelante, confiadas en tu Misericordia; y unidas a Ti, Oh, Jesús, carguen sobre sus hombros el peso de toda la Humanidad; y por ello no serán juzgadas con severidad, sino que tu Misericordia las protegerá especialmente cuando llegue la hora de la muerte.

Padre Eterno, vuelve tu mirada hacia las almas que alaban y honran tu supremo atributo, la Misericordia infinita, y que están protegidas dentro del muy compasivo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están rebosantes de obras de misericordia, y sus corazones, desbordantes de alegría, entonan cánticos de alabanza a Ti, Altísimo Señor, exaltando tu Misericordia. Te lo suplico, Señor: Muéstrales tu Misericordia, de acuerdo con la esperanza y confianza que en Ti depositan. Que se cumpla en ellas la promesa hecha por Jesús: “A las almas que veneren mi infinita Misericordia, las protegeré durante toda su vida, como a mi propia Gloria, y muy especialmente en la hora de la muerte”.(III, 62-63).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

OCTAVO DÍA

“Hoy tráeme a las almas que están detenidas en el Purgatorio y sumérgelas en las profundidades de mi Misericordia. Que mi Sangre, cayendo a chorros, apacigüe las llamas en que se abrasan. Todas estas almas me son muy queridas. Ellas cumplen el castigo que se debe a mi Justicia. En tu poder está socorrerlas. Saca todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas por ellas. ¡Oh!, si supieras qué tormentos padecen, ofrecerías continuamente por ellas el óbolo de tus oraciones y así saldarías las deudas que ellas tienen con mi Justicia”.

Misericordiosísimo Jesús, que exclamaste: ¡misericordia!, introduzco ahora en el seno de tu Corazón, desbordante de Misericordia, las almas del Purgatorio, almas que tanto aprecias pero que, no obstante, han de pagar su culpa. Que el manantial de Sangre y Agua que brotó de tu Corazón, apague las llamas purificadoras, para que, también allí, el poder de tu Misericordia sea glorificado.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que padecen en el Purgatorio y que Jesús acoge en su Corazón desbordante de compasión. Te suplico, por la dolorosa Pasión que sufrió tu Hijo, y por toda la amargura que anegó su Sacratísima Alma, que te muestres misericordioso con las almas que se hallan bajo tu mirada justiciera. No las mires de otro modo, sino sólo a través de las Llagas de Jesús, tu Hijo bien amado; porque creemos firmemente que tu Bondad y Compasión son infinitas. Amén. (III, 63-64).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

NOVENO DÍA

“Hoy tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de mi Misericordia. Estas almas, son las que más dolorosamente hieren mi Corazón. Por su tibieza e indiferencia mi Alma sintió una inmensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. Ellas fueron las que me hicieron gritar: “Padre, si es posible, aparta de Mí este cáliz”. Para ellas, la última esperanza de salvación será el recurrir a mi Misericordia”.

Piadosísimo Jesús, a Ti que eres la Piedad misma, hoy te traigo al seno de tu compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza.

Que estas almas heladas, que se parecen a cadáveres y que te llenan de repugnancia, se calienten con el fuego de tu puro Amor. ¡Oh, Jesús!, todo compasión, ejerce la omnipotencia de tu Misericordia, y atráelas a Ti, que eres llama de Amor puro y comunícales el fuego de tu divino Amor, porque Tú todo lo puedes.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a las almas tibias que, a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de su Corazón todo Misericordia. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que padeció tu Hijo, y por sus tres largas horas de Agonía en la Cruz: que ellas también glorifiquen el mar sin fondo de tu Misericordia. Amén. (III, 64-65).

ROSARIO DE LA MISERICORDIA.

jueves, 20 de julio de 2017

Dios tiene un mejor plan para ti

5 consejos para cuando tus planes se derrumban.


Dios tiene un mejor plan para ti

Dios te enviará muchas sorpresas durante el transcurso de tu vida, muchas de ellas intervienen para alterar tus planes por los de Dios

¿Te ha sucedido que tenías todo planeado para el día, todo organizado, hasta el más mínimo detalle, y luego, de la nada, algo o alguien viene a alterarlo todo?
Puede que alguien, alguna persona haya aparecido en escena y nunca te lo habrías esperado. ¿Cuál ha sido tu reacción estos casos? ¿Te molestaste, te irritaste y se lo dejaste saber a esa persona con tus palabras y gestos?
Tal vez pienses así: tengo mis planes, mis metas y mis objetivos a cumplir y deben ser llevados a cabo tal cual y punto.
No hay nada malo con el orden, el tener una metodología, el planear a largo plazo o incluso a corto plazo. De no ser por ello, el mundo sería un completo desastre, ¡de eso no hay duda! Incluso San Ignacio de Loyola dijo que uno de los propósitos primarios de asistir a los Ejercicios Espirituales es el de ordenar el desorden.
Sin embargo, para vivir nuestro viaje espiritual con el Señor debemos acostumbrarnos a esperar sorpresas, contradicciones, alteraciones en los planes, y digámoslo, la realidad de la cruz – no hacer nuestra voluntad, sino la voluntad de Dios.
¿Hacia dónde nos dirigimos con esta pequeña reflexión?
Muy sencillo: nuestro Dios es un Dios misterioso y un Dios de sorpresas. Dios te enviará muchas sorpresas durante el transcurso de tu vida. Muchas de estas sorpresas consisten en la intervención de Dios para alterar tus bien ordenados planes.
Por lo tanto, ¿cómo podemos reaccionar a estas intervenciones y a la aparente alteración de nuestos bien ordenados planes y proyectos? Deberíamos tener una estrategia ante esto, y aquí te la dejo.
1.- ¡Prepárate!

Prepárate ahora para las sorpresas y la contradicción de tus bien pensados y prearados planes.
Si eres vigilante y estás preparado para lo inevitable – la sorpresa de la contradicción de tus planes –, entonces no perderás la paz cuando esto suceda.
2.- La Divina Providencia de Dios

Aún cuando nuestros planes parecen brillantes y bien pensados, la mente de Dios y Su voluntad trascienden nuestras proyecciones mentales.
¡Confía en su divina providencia! ¡Él no falla!
3.- ¿Aparece la contradicción?

En lugar de ceder a tu impulsividad normal e inherente y a tu naturaleza impetuosa, detente ora y reflexiona sobre la realidad de Dios interviniendo con otro plan mucho mejor que el tuyo.
4.- Mira y contempla la Cruz

Cuando la contradicción de tus planes, los planes alterados pesen sobre ti, mira hacia arriba a Jesús en la cruz y recuerda Sus últimas palabras poco antes de entregar Su espíritu:
"Padre en tus manos encomiendo mi espíritu".
Jesús colgado en la cruz, derramando cada gota de Su Preciosísima Sangre: parece contradictorio que Dios decidiera optar por este medio para salvar a todo el universo creado.
Él termina entregando su espíritu en las manos del Padre.
5.- Tener Humildad

Nuestro orgullo puede tomar lo mejor de nosotros. Una manifestación del orgullo es que puede convencernos a nosotros mismos de que nuestras personas, proyectos y formas de hacer las cosas son superiores a las otras que nos rodean.
Dios puede intervenir para contradecir nuestros planes por la simple razón de apacigüar nuestro orgullo y ayudarnos a crecer en las virtudes que agradan a Jesús – mansedumbre y humildad. Jesús una vez describió Su personalidad, la disposición de Su Corazón con estas palabras:
"Yo soy manso y humilde de corazón".
a ninguno de nosotros nos agrada ver nuestros planes, metas y propósitos alterados y volteados patas arriba, pero debemos detenernos la próxima vez y reflexionar: tal vez esa contradicción viene de Dios mismo.
Entonces, sin duda, Sus planes exceden grandemente los nuestros. Que ésta sea nuestra oración:
"Que se haga Tu voluntad, en la tierra como en el cielo..."

martes, 18 de julio de 2017

¿QUÉ ES EL PURGATORIO?


¿QUE ES EL PURGATORIO?
Muchos católicos no saben bien qué es eso tan misterioso que llamamos Purgatorio, porque lo hemos escuchado de pequeños en la catequesis, en casa, en algunas oraciones, etc.
Respondiendo en pocas palabras, el Purgatorio es el estado en el que van todas las almas, que, aún muriendo en gracia de Dios, no han llegado en su vida a purificar el daño que han ocasionado con sus pecados.
Pero... ¿De qué hay que “purgarse”? ¿No se supone que se nos perdonan todos los pecados en la confesión?
Con la confesión quedan perdonados nuestros pecados y quedamos libres del castigo eterno que nos merecíamos. Pero la confesión no repara el daño que hemos ocasionado. Ése, debemos repararlo nosotros con nuestras buenas obras o con nuestro sacrificio.
Imagen de un alma del purgatorioEntenderlo es tan fácil como pensar que rompimos un vidrio de la casa del vecino. Corremos a su casa y le pedimos perdón. Nuestro vecino nos perdona de todo corazón y seguimos siendo tan amigos como antes. Pero... ¡el vidrio sigue igual de roto!
Los que aún estamos vivos, podemos reparar el daño que hemos ocasionado con los grandes medios que nos ofrece la Santa Madre Iglesia como los sacramentos, la oración diaria a Dios, las obras de misericordia, la predicación de la Palabra de Dios, las indulgencias plenarias, la vida de caridad y de santidad.
El otro modo, que es la forma menos recomendable para reparar la pena temporal, es pasar por el Purgatorio.
Cuentan de santos que han tenido la visión del Purgatorio que hubiesen preferido sufrir lo más terrible de esta vida por mil años, que estar un solo día en el Purgatorio. Allí se va para una purificación en profundidad, una limpieza que cuesta grandes pesares y malestares, pero necesaria para nuestra buena salud.
El purgatorio existe, debe existir porque nadie entra a las Bodas del Reino de los Cielos con la piel y la ropa llena de mugre. Es necesario entrar con el mejor vestido. Y en donde se nos lava hasta el punto de quedar dignos para el paraíso y con el traje adecuado, es en el Purgatorio. Nadie nos obligó a ensuciarnos, lo hicimos por libre disposición. Pero si queremos ser buenos invitados, no se nos ocurrirá entrar indignamente presentados, desearemos estar limpios, muy limpios, como se merece el Esposo de las Bodas.
El Purgatorio, por tanto, existe y es más que un lugar, es un estado de purificación, con un fuego que nos arrancará nuestros errores de raíz y los disolverá en su fuego, con el dolor de los que se sanan de una herida.
No es para nada igual que el Infierno, pues en el Infierno reinan el odio y la desesperación eterna y en el Purgatorio reinan el amor y la esperanza, la firme convicción de la salvación eterna. Todo allí será sufrir pero sólo para lograr amar verdaderamente al Señor que nos esperará con los brazos abiertos en su eterno Convite Celestial.

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