viernes, 31 de mayo de 2019

CELEBRACIÓN DE LA VISITACIÓN DE MARÍA

Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

EL ROSARIO BIZENTINO



El rosario bizantino o Regla mariana a la Theotokos (Madre de Dios), también conocido como «Rosario ortodoxo» o «Rosario Bizantino«, es una hermosa devoción a la Santísima Madre de Dios, bastante similar al rezo del Santo Rosario. Esta forma de oración gozó de una enorme popularidad en el mundo cristiano (sí, en su momento fue más popular que el rezo del rosario) y según recomendaron muchos santos -como lo es el caso de San Serafín de Sarov-, era una oración necesaria para obtener la protección de nuestra Señora, más que cualquier otra devoción en su honor.

Cuenta San Serafín de Sarov, que la misma Madre de Dios la presentó a un monje en Tebaida-Egipto, a principios del siglo VIII (antes del gran cisma), en una fecha no precisada. No tardó mucho en difundirse la práctica de esta devoción. Incluso llego a considerarsele una devoción universal.

Lamentablemente con el pasar del tiempo, la regla cayó en el olvido siendo, rescatada por San Serafín de Sarov (1759-1833) quien la practicaba diariamente.

La regla mariana de la Madre de Dios esta compuesta básicamente por la repetición de 150 salutaciones angélicas (Avemarías en su forma antigua) divididas en 15 grupos o decenas y que se van recitando mientras se meditan los momentos más importantes de la vida de la Madre de Dios. Se acompaña esta oración con otras plegarias que conmemoran dichos momentos.

Si bien es cierto el parecido con el rosario es considerable, hay que recordar que Santo Domingo (1170 – 1221) recibió el rezo del Santo Rosario de la Virgen María, pero este no incluía los misterios. Estos son realmente una adición posterior por parte de la orden de los Dominicos. Sería el papa Pio V quien con la publicación del documento papal Consueverunt Romani Pontifices en 1569, establecería el rezo del Santo Rosario tal y como lo conocemos en la actualidad.

San Serafín de Sarov fue un verdadero devoto de la Madre de Dios. Practicaba esta devoción completa (15 decenas) todos los días. Sabedor de que esto no era posible para todos los cristianos, recomendaba el rezo de por lo menos 5 decenas diarias, de acuerdo con las posibilidades de cada quien.

El santo conservaba en su celda un pequeño cuaderno en el que llevaba registro de todos los milagros obtenidos por medio de esta devoción mariana.

Cuando todo parecía indicar que esta hermosa devoción mariana estaba condenada a desaparecer sin mas remedio, fue rescatada por el santo Serafín de Sarov, quien la practicaba a diario y recomendaba a los fieles, el rezo de por lo menos 5 decenas diarias según las posibilidades de cada quien.

Este Santo ruso es muy conocido por su gran amor a la Virgen María y por los milagros y favores que recibiera de la Theotokos (palabra griega que significa «Madre de Dios») sobre todo en los momentos más difíciles de su vida.



Allí en la soledad de su retiro, San Serafín regalaba a su Madre del Cielo todos los días, el rezo completo de la regla mariana a la Theotokos, arrodillado sobre una enorme piedra y frente a un icono de la Virgen María y con la eventual compañía de animales salvajes a los que alimentaba con sus propias manos.

Así pasaría miles de noches, honrando y venerando a la Madre Dios. Esto se supo gracias a su pequeño diario, mismo en el que llevaba registro de todos los prodigios obtenidos de la Madre de Dios por medio del rezo de la regla mariana.

San Serafín, hacia insistencia en la práctica de esta devoción -completa- (las 15 decenas) todos los días, y la consideraba como una condición fundamental para obtener los favores y protección de la Madre de Dios.

domingo, 26 de mayo de 2019

JESÚS CURA LAS HERIDAS




¡Cuántas heridas llevamos dentro! Grandes o pequeñas, viejas o recientes, esas heridas están allí adentro, por los recuerdos dolorosos, por las experiencias traumáticas de nuestro pasado, por nuestros fracasos, por nuestros errores, por el amor que nos negaron, por lo que no pudo ser.

Quizá con nuestra mente le quitamos importancia a esas cosas, pero nuestra afectividad sigue sufriendo por esas heridas.

El Espíritu Santo puede entrar en nuestro interior y es capaz de sanar esas heridas. Mostrémosle lo que nos duele, digámosle lo que sentimos, e imaginemos que se derrama como bálsamo que cura y cicatriza, que pasa como caricia suave que cierra las heridas con cuidado y con ternura. Él te lo está diciendo: "Yo, yo soy el que te consuela" (lsaías 51, 2). "Las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado" (lsaías 54,10). "Yo mismo apacentaré mis ovejas... Curaré a la herida y reconfortaré a la enferma" (Ezequiel 34,15.16)
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