miércoles, 28 de septiembre de 2016

Coronilla a San Miguel Arcángel.




Un día San Miguel Arcángel apareció a la devota Sierva de Dios Antonia De Astónac. El arcángel le dijo a la religiosa que deseaba ser honrado mediante la recitación de nueve salutaciones. Estas nueve plegarias corresponden a los nueve coros de ángeles. La corona consiste de un Padrenuestro y tres Ave Marías en honor de cada coro angelical.
Promesas: A los que practican esta devoción en su honor, San Miguel promete grandes bendiciones: Enviar un ángel de cada coro angelical para acompañar a los devotos a la hora de la Santa Comunión. Además, a los que recitasen estas nueve salutaciones todos los días, les asegura que disfrutarán de su asistencia continua. Es decir, durante esta vida y también después de la muerte. Aun mas, serán acompañados de todos los ángeles y con todos sus seres queridos, parientes y familiares serán librados del Purgatorio.
En esta coronilla invocaremos a los nueve coros de ángeles. Después de cada invocación rezaremos 1 Padre Nuestro y 3 Avemarías. Ofreceremos esta coronilla por la Iglesia, para que sea defendida de todas las asechanzas del demonio, y por los que están más alejados de Dios.
En el Nombre del Padre...
Se comienza la Corona rezando, la siguiente invocación:
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, etc.
1. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Serafines, enciende en nuestros corazones la llama de la perfecta caridad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías
2. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Querubines, dígnate darnos tu gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
3. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Tronos, derrama en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
4. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Dominaciones, danos señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
5. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Principados, infunde en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
6. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Potestades, dígnate proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
7. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Virtudes, no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
8. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Arcángeles, concédenos el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
9. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Ángeles, dígnate darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
Se reza un Padre Nuestro en honor de cada uno de los siguientes ángeles:
En honor a San Miguel ...... 1 Padre Nuestro
En honor a San Gabriel...... 1 Padre Nuestro
En honor a San Rafael........ 1 Padre Nuestro
En honor a nuestro ángel de la Guarda..... 1 Padre Nuestro
Glorioso San Miguel, caudillo y príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, familiar de la casa de Dios, admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti y haz que mediante tu incomparable protección adelantemos todos los días en el santo servicio de Dios.
V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.
Oremos. Todopoderoso y Eterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Por los méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

martes, 27 de septiembre de 2016

Valor de una buena obra.










El valor de una buena obra que realizamos es muy grande, puesto que al igual que una piedra cuando es arrojada al lago, genera una serie de olas que desde el centro se extienden hacia las orillas; así también cuando hacemos una buena obra, las influencias de ella se extienden hasta regiones desconocidas, no sólo en la tierra, sino más allá, incluso hasta el Purgatorio.
Cuántas personas que eran pecadoras y estaban a punto de condenarse, quizás se salvaron porque en su infancia, juventud o adultez, habían realizado una buena obra, y Dios la tuvo en cuenta para darles la conversión y salvación a sus almas.
Por eso no tenemos que perder tiempo y aprovechar esta vida para realizar buenas obras, porque así tendremos un tesoro en nuestro haber, y cada obra realizada en gracia de Dios y por amor a Dios y a los hombres, tendrá un valor casi infinito y nos acompañará al tribunal de Dios para nuestro Juicio particular a la hora de nuestra muerte, y también en el Juicio Final al fin del mundo.
Dios es infinitamente Misericordioso, y nos ha concedido este tiempo de vida sobre la tierra para que lo aprovechemos a dar frutos, a hacer buenas obras. No lo malgastemos en pasatiempos inútiles, e incluso pecaminosos, sino usémoslo para hacer el bien, para tener un tesoro en el Cielo, y obtener la protección de Dios en la tierra y más allá de ella.
Tengamos hambre y sed de realizar buenas obras, porque así nos iremos escapando cada vez más de las garras del Maligno, y nos aseguraremos el Paraíso para nosotros y para quienes amamos.
Además, evitemos hacer obras malas, porque también en el mal, cada obra mala realizada es como un peso, un lastre que nos va empujando al fondo del Abismo infernal.
En definitiva es lo de siempre, no hay nuevas verdades, sino que Dios nos manda siempre que hagamos el bien y evitemos el mal, cosa que a veces se nos olvida y, en la vorágine del mundo y de ver que todos mienten, o todos traicionan, o muchos son malos, también nosotros terminamos imitándolos y, como dice San Pablo: “No hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos”.
Es tiempo de rectificar nuestra intención, de volver a obrar bien y hacer obras de misericordia, porque no otra cosa es la religión católica, que nos enseña a ser buenos, como Dios es Bueno. Pensemos en ello y obremos en consecuencia.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Probados pero alegres.




Reflexionemos en una frase que nos diera San Juan Bosco (Don Bosco), que dice: “El demonio tiene miedo de la gente alegre.”
Y ésta es una gran verdad que, si nos detenemos a meditar más profundamente, nos daremos cuenta que efectivamente el demonio busca por todos los medios de que no estemos alegres. Con cosas reales o ficticias, con problemas más o menos serios, el diablo trata de mantenernos alejados de la alegría, y no pocas veces lo logra, empujándonos hacia caminos de tristeza y desesperación.
Es que el diablo quiere quitarnos la esperanza. Y no sólo la esperanza de esta vida, sino lo que es mucho peor, nos quiere quitar la esperanza de la Vida eterna, del Cielo, haciéndonos creer que el Cielo no está hecho para nosotros, y es lógico entones que no tengamos alegría.
¡Cuidado con las astucias del Maligno! No le demos el gusto a Satanás y estemos siempre contentos, basando nuestra alegría constante en que Jesús está Resucitado en medio nuestro, y es Él quien guía los acontecimientos de nuestras vidas, de las vidas de quienes amamos, y del mundo entero.
Así que no desesperemos y estemos alegres a pesar de las pruebas, porque el triunfo será de Cristo, y el demonio es un vencido, es el eterno vencido, si bien por el momento tiene cierto poder para amargarnos la vida de alguna forma.
También el diablo nos muestra el gran mal que hay en el mundo, y con ello nos quiere hacer desanimar, que bajemos los brazos y no tratemos de luchar por un mundo mejor. Satanás quiere dar la impresión de que ha conquistado ya todo, y que ahora no hay ya nada que hacer.
Sin embargo muchos profetas han anunciado –y entre ellos el gran San Juan Pablo II- que debe venir sobre el mundo una era de paz y felicidad muy grandes.
La Virgen también nos dice en algunos de sus mensajes que vivamos en el Paraíso ya desde esta tierra, porque ya hemos vencido con Cristo vencedor, y como dice el Salmo, aunque las montañas se desplomen en el mar, no temeremos.
Recordemos que los mismos Apóstoles tuvieron miedo en medio de la tormenta en el lago, pero Jesús en un instante apaciguó todo.
Así será ahora en este tiempo: se levantan grandes tormentas de todo tipo, ya sea en el mundo y también en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos. Pero no tengamos miedo ni nos entristezcamos, porque el triunfo será de Cristo que, en un abrir y cerrar de ojos volverá todo a los cauces normales.
Con esta gran confianza en nuestro corazón, marchemos alegres por la vida, con la alegría que nos da el tener a Dios en el alma, por la gracia santificante; y aunque estemos alejados de Dios, no desconfiemos de su Misericordia, porque Él no se olvida de nosotros y está preparando nuestro retorno a sus brazos de Padre.
Conservemos la alegría pensando en el Cielo que nos espera. Pensando en que con nuestro padecer salvamos almas y cuerpos. Que Dios piensa en nosotros y no pierde ni un gesto ni una lágrima nuestra. Así seremos felices porque viviremos como resucitados en este mundo, sabiendo que nada, realmente nada malo puede sucedernos que Dios no lo permita, y lo oriente al cumplimiento de sus maravillosos designios para nosotros y para el mundo entero, para sacar bienes de los males que nos afligen.

Translate