martes, 18 de diciembre de 2012
lunes, 17 de diciembre de 2012
MENSAJE DE NAVIDAD
"Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” Jn. 1, 14
Queridos hermanos, la celebración de la Navidad de este año será muy especial. Viene cargada de gracias y bendiciones porque nos encontramos en el Año de la fe. Un año para redescubrir la alegría de creer. Y para volver a encontrar la fuerza y el entusiasmo para comunicar a otros el tesoro de nuestra fe.
Los que viven con sencillez y tienen el corazón humilde descubren más fácilmente el misterio de la Navidad. Los que esperan y confían en los otros, los que no se apoyan en sus propias fuerzas ni en sus méritos, escuchan con mayor claridad el mensaje que es la síntesis de todo lo que al hombre le importa saber: “Les ha nacido un Salvador” (Lucas 2, 11). Esta es la gran noticia que el cielo regala a la tierra: este Salvador es el Mesías, el Señor. Salvador de todos. También el mío.
El Niño que encontramos en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. En Jesucristo, Dios mismo, Dios de Dios, se hace hombre. Sólo Dios que es tan grande puede hacerse tan pequeño. Sólo Él es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a mi encuentro como un niño indefenso para que yo pueda amarlo. Sólo Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que yo pueda encontrarlo. Esto es la Navidad. Dios se ha hecho uno de nosotros. La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Dios se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios ya no está lejos. No es desconocido. No es inaccesible a nuestro corazón.
En Belén el cielo y la tierra se tocan. El cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde la gran luz que el mundo espera; por eso, de allí brota la alegría y nace el canto.
La luz de Belén nunca se ha apagado a lo largo de la historia. Donde ha brotado la fe en el Niño Jesús, ha florecido también el amor, la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón y de la reconciliación.
Queridos amigos, en esta Navidad de la fe, acerquémonos al pesebre, en la Noche Santa, con la humildad de los pastores. Dejemos que el resplandor interior que nace del Niño, llegue también a nosotros. Que se encienda en nuestro corazón la llamita de la bondad de Dios. No permitamos que esta llama luminosa, encendida en la fe, se apague por las corrientes frías y los vientos helados de la indiferencia, de la superficialidad, de la incredulidad. Custodiémosla fielmente y ofrezcámosla a los demás.
Abramos nuestro corazón a la esperanza, para que pueda entrar en él la luz de Dios y, con ella, su paz. Abramos nuestro tiempo a Dios. Así nacerá la alegría y surgirá la fiesta. Y se hará más luminoso el mundo.
¡Feliz Navidad para todos!
+ Sergio Alfredo Fenoy
Obispo de San Miguel en la Argentina
Navidad de 2012
El Niño que encontramos en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. En Jesucristo, Dios mismo, Dios de Dios, se hace hombre. Sólo Dios que es tan grande puede hacerse tan pequeño. Sólo Él es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a mi encuentro como un niño indefenso para que yo pueda amarlo. Sólo Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que yo pueda encontrarlo. Esto es la Navidad. Dios se ha hecho uno de nosotros. La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Dios se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios ya no está lejos. No es desconocido. No es inaccesible a nuestro corazón.
En Belén el cielo y la tierra se tocan. El cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde la gran luz que el mundo espera; por eso, de allí brota la alegría y nace el canto.
La luz de Belén nunca se ha apagado a lo largo de la historia. Donde ha brotado la fe en el Niño Jesús, ha florecido también el amor, la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón y de la reconciliación.
Queridos amigos, en esta Navidad de la fe, acerquémonos al pesebre, en la Noche Santa, con la humildad de los pastores. Dejemos que el resplandor interior que nace del Niño, llegue también a nosotros. Que se encienda en nuestro corazón la llamita de la bondad de Dios. No permitamos que esta llama luminosa, encendida en la fe, se apague por las corrientes frías y los vientos helados de la indiferencia, de la superficialidad, de la incredulidad. Custodiémosla fielmente y ofrezcámosla a los demás.
Abramos nuestro corazón a la esperanza, para que pueda entrar en él la luz de Dios y, con ella, su paz. Abramos nuestro tiempo a Dios. Así nacerá la alegría y surgirá la fiesta. Y se hará más luminoso el mundo.
¡Feliz Navidad para todos!
+ Sergio Alfredo Fenoy
Obispo de San Miguel en la Argentina
Navidad de 2012
domingo, 16 de diciembre de 2012
EL AMOR DE DIOS
http://mariamadrecelestial.jimdo.com/2012/12/16/el-amor-de-dios/
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