martes, 19 de enero de 2016

Dios permite.





A veces Dios permite que caigamos en pecados más o menos graves, para que aprendamos que no podemos valernos por nosotros solos, sino que necesitamos la ayuda de Dios.
Cuando experimentamos nuestra miseria, entonces nos damos cuenta de que hemos querido actuar por nuestra cuenta y así caímos miserablemente.
Y Dios permite estas caídas, para que seamos cada vez más humildes, porque lo importante es la humildad en nosotros, ya que si nunca cayéramos en pecados, quizás nos volveríamos muy soberbios, y cumpliríamos aquel dicho de: “Puros como ángeles y soberbios como demonios”.
Para que no caigamos en la soberbia, es que Dios a veces permite que seamos vencidos por la tentación, y que caigamos, al menos, en pecados leves, que nos hacen reaccionar y palpar en carne propia lo que somos por nosotros mismos.
Efectivamente Dios ha querido encerrar en su Misericordia a todos los hombres, de modo que todos seamos hijos de su Misericordia, pues no nos salvamos en justicia, sino por la pura misericordia de Dios.
Pero en la vida espiritual todo nos debe servir para adelantar, y no desanimarnos si caemos de vez en cuando, o muy seguido, puesto que muchos de los Santos que están en el Cielo, no llegaron a ser santos por el hecho de no haber caído nunca, sino más bien porque nunca se cansaron de levantarse de sus pecados.
Las negaciones de Pedro fueron muy graves, pero ese pecado le sirvió para ser más humilde, que es lo que realmente le importa a Dios: la humildad.
Entonces cultivemos la humildad y seremos gratos a los ojos de Dios, y también a los ojos de los hombres, porque es muy odioso quien es orgulloso y soberbio.
De vez en cuando nos viene bien caer a tierra y comprobar que estamos hechos de barro, para que no nos gane el orgullo.
Dios quiere que le pidamos ayuda, y si tenemos la gracia de no cometer ya pecados graves, no es tanto por mérito nuestro sino porque Dios nos protege, ya que si dejara de ampararnos, caeríamos en los más graves desórdenes y pecados.
Así que siempre humildad, para ser agradables a Dios, que ama a los humildes y detesta a los soberbios.

domingo, 17 de enero de 2016

EL SECRETO DE MARIA.


Éstos son los dos grandes secretos, que grandes hombres y santos, a ejemplo de María, tuvieron en la vida para vencer las dificultades.
Autor: Mariano Hernández | Fuente: Catholic.net
En la mLa mañana del 13 de mayo de 1981, San Juan Pablo II pasaba por la plaza de San Pedro y recibió tres balazos. Una bala entró directamente en su abdomen, las esperanzas se volvieron angustias al ver la sotana blanca llena de sangre.
El hombre que le disparó al Papa, Ali Agca, arrastraba una vida de asesinatos y pertenecía a grupos terroristas palestinos. No era un simple ladrón, era un tirador profesional que no pudo explicarse por qué el Papa no murió. A penas empezaba el pontificado del Papa, no podía acabar tan rápido. El Papa sobrevivió al atentado porque el tirador se equivocó de día. Sí, el 13 de mayo es día de la Virgen de Fátima, fue ella quién salvo al Papa de la muerte.
Con claridad lo dice el Papa Benedicto XVI, la vida de los santos no se entiende sólo con su biografía, sino con su actuación después de la muerte. Ahí está la protección de María, Ella sigue viva y nos sigue demostrando su amor.
Simplemente basta con ver nuestro país: millones de peregrinos visitan la basílica de Guadalupe, no van por tradiciones o por compromisos, van porque ella es verdaderamente la Madre de Dios. En Francia, millones visitan el santuario de Lourdes. En Portugal, en Italia, en todas partes María se hace presente y quiere guiarnos por el camino de Dios.
Y si nos preguntáramos ¿cuál es el secreto de María?, ¿qué es lo que la ha hecho digna de tanta grandeza?, nos encontraríamos ésta respuesta: María es grande porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a ella misma. Ella es humilde, no quiere ser sino la esclava del Señor. En la vida pública de Jesús, María desaparece de los evangelios y es hasta la hora de la muerte, cuando los discípulos huyen, ella permanece al pie de la cruz, enseñándonos a ser fieles hasta el final, y misteriosamente, en este acompañar a Cristo hasta la cruz, está el secreto de su fortaleza.
La vida es difícil, son muchas las batallas y estás no se ganan solas. María quiere ayudarnos, y con su ejemplo nos da la fortaleza necesaria para salir adelante. Invitándonos a seguir a Cristo como ella lo hizo, quizá de manera silenciosa, pero siempre fiel, hasta la cruz. Y es en este seguir a Cristo donde nos ha dejado nuestra mejor arma, el mejor apoyo que tenemos para el arduo caminar de la vida, esa gran herramienta que ella espera y quiere que hagamos: rezar el rosario. No solo para nuestro beneficio, sino como un regalo para ella, refugio de los pecadores y auxilio de los Cristianos, siempre dispuesta a interceder por nosotros para nuestra salvación.
Éstos son los dos grandes secretos, que grandes hombres y santos, a ejemplo de María, tuvieron en la vida para vencer las dificultades, y que todos nosotros también podemos imitar para vencer en la gran batalla de la vida: "Seguir a Cristo hasta la cruz, y rezar el santo rosario para nuestra salvación".

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