Confiemos en Dios. Confiemos en la Virgen. Porque si confiamos en Dios, Él hará maravillas por nosotros y por quienes amamos. Dios es todopoderoso, pero con nuestra poca confianza en Él, es como que le atamos las manos y así no puede hacer prácticamente nada por nosotros y por nuestras cosas.
¡Cuánto aprecia y valora el Señor, nuestra fe y confianza en Él!
Dios puede hacer cualquier cosa, porque como bien le dijo el Arcángel San Gabriel a la Santísima Virgen en la Anunciación: “Para Dios no hay nada imposible”. Entonces debemos tener siempre esto bien presente, esta verdad de que Dios todo lo puede. Pero para actuar en nuestras vidas, en las vidas de aquellos que amamos, y en el mundo entero, necesita de nuestra confianza.
Si confiamos en Dios entonces ya tenemos todo solucionado, porque en la medida de nuestra confianza, serán las gracias y favores celestiales que recibiremos.
Pero también veamos las cosas con la óptica de Dios, y no rechacemos las cruces que Dios nos envía, o que permite en nuestras vidas, puesto que los sufrimientos y padecimientos son fuentes de gracias y méritos, para alcanzar favores para nosotros, para los seres queridos, y para el mundo entero.
Los Santos sabían el gran valor que tiene el dolor, el sufrimiento, y a veces nosotros no sabemos apreciar esto, sino que queremos librarnos de todos los padecimientos. Sin embargo, ya nos ha dicho el Señor que para seguirle hay que renunciar a uno mismo, tomar la cruz de cada día y seguirlo.
Pidamos al Señor que nos alivie el sufrimiento para no caer bajo su peso, pero tengamos presente que Dios nos hace un gran don cuando nos regala alguna cruz. Así lo veían los santos, y así debemos también verlo nosotros.
Pero si confiamos en Dios, si confiamos realmente en Él, Dios hará grandes milagros para nosotros y viviremos felices porque estaremos convencidos de que Dios nos ama y hasta las mismas cruces son regalos amorosos del Padre eterno.
Y si somos débiles para sufrir, o para ver sufrir, entonces con ilimitada confianza, pidámosle al Señor y a su Madre, que nos libren de los dolores de alma, cuerpo y mente, y de todo lo que inquieta y perturba nuestra vida, y tengamos la seguridad de que Dios nos oirá y pondrá en movimiento su omnipotencia para socorrernos adecuadamente.