La misericordia es una de las características principales con las que se ha relacionado Dios con la humanidad. En algunas traducciones de la Biblia, encontramos expresiones tales como "ser misericordioso", "que tenga misericordia de", o "mostrar misericordia hacia...". El término "misericordioso", describe una cualidad de Dios y que a su vez, Dios requiere de su pueblo. Denota compasión y el amor, no sólo los sentimientos o emociones, sino que además, es expresada mediante hechos tangibles.
La Misericordia implica dos cosas: la compasión por los más débiles y el perdón a los culpables (Romanos 5,6-8). Nosotros, los seres humanos necesitamos tanto de la gracia de Dios como de su misericordia. Somos culpables y necesitamos la gracia. Somos miserables y necesitamos la misericordia.
El Papa Francisco, ha comenzado una serie de Catequesis que trata sobre la Misericordia de Dios y cómo esta puede alcanzarnos a todos. A continuación te presentamos su reflexión
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy iniciamos las catequesis sobre la misericordia según la perspectiva bíblica, para aprender sobre la misericordia al escuchar aquello que Dios mismo nos enseña con su Palabra.
Dios misericordioso en el Antiguo Testamento
Iniciamos por el Antiguo Testamento, que nos prepara y nos conduce a la revelación plena de Jesucristo, en el cual se realiza la revelación de la misericordia del Padre.
En las Sagradas Escrituras, el Señor es presentado como "Dios misericordioso". Este es su nombre, a través del cual nos revela, por así decir, su rostro y su corazón. Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se autodefinió como: "El Señor, Dios misericordioso y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad" (34,6). También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variación, pero siempre la insistencia está puesta en la misericordia y en el amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar (cfr Gn 4,2; Gl 2,13; Sal 86,15; 103,8; 145,8; Ne 9,17). Veamos juntos, una por una, estas palabras de la Sagrada Escritura que nos hablan de Dios.
Dios se conmueve como una madre
1.- El Señor es misericordioso: esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre con su hijo. De hecho, el término hebreo usado en la Biblia hace pensar a las vísceras o también en el vientre materno. Por eso, la imagen que sugiere es aquella de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en brazos a su niño, deseosa sólo de amar, proteger, ayudar, lista a donar todo, incluso a sí misma. Esa es la imagen que sugiere este término. Un amor, por lo tanto, que se puede definir en sentido bueno visceral.
2.- Después está escrito que el Señor es bondadoso, en el sentido que dona gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender, perdonar.
Es como el padre de la parábola del Evangelio de Lucas (cfr Lc 15,11-32), un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono del hijo menor, sino al contrario continúa esperándolo, lo ha generado, y después corre a su encuentro y lo abraza, no lo deja ni siquiera terminar su confesión, como si le cubriera la boca, qué grande es el amor y la alegría por haberlo reencontrado; y después va también a llamar al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que ha permanecido siempre en la casa, pero viviendo como un siervo más que como un hijo, y también sobre él el padre se inclina, lo invita a entrar, busca abrir su corazón al amor, para que ninguno quede excluido de la fiesta de la misericordia. La misericordia es una fiesta.
Dios sabe esperar
3.- De este Dios misericordioso se dice también que es lento para enojarse, literalmente, de largo respiro, es decir, con el respiro amplio de la paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres; Es como un sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que crezca, a pesar de la cizaña (cfr Mt 13,24-30).
Dios es grande y poderoso
4.- El Señor se proclama “grande en el amor y en la fidelidad”. ¡Qué hermosa es esta definición de Dios! Aquí está todo. Porque Dios es grande y poderoso, pero esta grandeza y poder se despliegan en el amarnos, nosotros así pequeños, así incapaces. La palabra "amor", aquí utilizada, indica el afecto, la gracia, la bondad.No es un amor de telenovela. Es el amor que da el primer paso, que no depende de los méritos humanos sino de una inmensa gratuidad. Es la solicitud divina que nada la puede detener, ni siquiera el pecado, porque sabe ir más allá del pecado, vencer el mal y perdonarlo.
Una fidelidad sin límites: he aquí la última palabra de la revelación de Dios a Moisés. La fidelidad de Dios nunca falla, porque el Señor es el Custodio que, como dice el Salmo, no se adormenta sino que vigila continuamente sobre nosotros para llevarnos a la vida:
«El no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.
[...]
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.
[...]
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
El te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre» (121,3-4.7-8)
y cuidará tu vida.
El te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre» (121,3-4.7-8)
Y este Dios misericordioso es fiel en su misericordia. Y Pablo dice algo bello: si tú, delante a Él, no eres fiel, Él permanecerá fiel porque no puede renegarse a sí mismo, la fidelidad en la misericordia es el ser de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre confiable. Una presencia sólida y estable.
Es esta la certeza de nuestra fe. Y luego, en este Jubileo de la Misericordia, confiemos totalmente en Él, y experimentemos la alegría de ser amados por este Dios misericordioso y bondadoso, lento para enojarse y grande en el amor y en la fidelidad
- Papa Francisco
Catequesis, Audiencia General, 13 de enero de 2016
Catequesis, Audiencia General, 13 de enero de 2016
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