lunes, 9 de julio de 2018

ORACIÓN DEL PADRE PÍO PARA DESPUÉS DE COMULGAR




Quédate, Señor, conmigo, pues soy débil y necesito tu fuerza para no caer muchas veces.

Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.


Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi vida y sin ti pierdo el fervor.

Quédate, Señor, conmigo, para darme a conocer tu voluntad.

Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y te siga.

Quédate, Señor, conmigo, pues deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía.

Quédate, Señor, conmigo, si quieres que siempre te sea fiel.

Quédate, Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.

Quédate, Jesús, conmigo, pues es tarde y el día se acaba… La vida pasa; la muerte, el juicio y la eternidad se acercan y es necesario recuperar mis fuerzas para no demorarme en el camino, y para ello te necesito. Ya es tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos… ¡y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de exilio!

Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de la vida, de peligros, necesito de ti.

Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan; que la comunión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sustenta y la única alegría de mi corazón.

Quédate, Señor, conmigo, porque en la hora de la muerte quiero estar unido a ti; si no por la Comunión, al menos por la gracia y por el amor.

Quédate, Jesús, conmigo; no pido consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah, sí, te lo pido!

Quédate, Señor, conmigo; solamente a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa sino amarte más, con un amor firme y práctico.

Haz que pueda amarte de todo corazón en la tierra para seguirte amando perfectamente por toda la eternidad, querido Jesús.

LA IMPORTANCIA DEL ALTAR FAMILIAR


Así como nosotros tenemos en nuestro corazón espacio para el amor de Dios, así también en nuestro hogar debemos tener un lugar físico para dedicarlo a la oración, la lectura y la meditación cristiana.
Una mesa con un lindo mantel, las imágenes de los santos favoritos, una cruz, una biblia y velas blancas, flores, hacen de ese lugar especial un lugar propicio para nuestro encuentro con Dios. Quien no tiene lugar basta con tener una repisa pequeña en la pared.
Este espacio de veneración debe ser un lugar de respeto, de reencuentro familiar o individual. Quien tiene la perseverancia de arrodillarse al levantarse para encomendar su día al Creador y a la noche para agradecer por todo lo que recibió en su jornada obtiene incontables beneficios para la salvación del alma.
No debemos avergonzarnos de demostrar nuestras creencias, nuestra fe y amor al Padre.
Crea en tu hogar un pedacito de cielo, un refugio para encontrar consuelo, un oasis para calmar la sed y déjate reposar en brazos de Jesús, Maria quien junto con los santos y ángeles le darán plenitud a tu vida, amen.

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