viernes, 1 de noviembre de 2019

Confiar en Dios.



Confiar en Dios es vivir tranquilos y en paz, sabiendo que todo lo que sucede en nuestra vida y en el mundo no es desconocido de Dios, sino que Él es quien lo quiere o, al menos, lo permite, y sabe sacar bienes de todos los males que causan los hombres, el demonio y sus satélites.
Efectivamente si confiáramos en Dios tendríamos todo resuelto y viviríamos en una gran paz, imperturbables ante las cosas y los acontecimientos que se suceden cada día y que trastornan a tantas personas.
Pero nosotros tenemos fe y hemos leído muchas veces en el Evangelio que Jesús nos ha dicho que ni siquiera un pajarito cae en tierra sin el consentimiento del Padre eterno, y también nos ha dicho que no temamos, que hasta nuestros cabellos están contados.
Sabiendo estas cosas y, sobre todo, haciéndolas vida en nosotros, entonces caminaremos por este mundo con la certeza de que Dios cuida de nosotros, de todas sus criaturas y seremos felices suceda lo que sucediere, porque si ha acontecido, fue porque Dios lo ha permitido; y si lo ha permitido, entonces Él tendrá sus razones y de ello saldrá un bien, porque Dios encauza hasta el mismo mal para que resulte un bien.
Lo único que no tiene remedio es la condenación eterna, y si para evitárnosla el Señor permite que los males nos afecten, entonces bienvenido sea lo que nos suceda con tal de que no nos condenemos para siempre, sino que nos salvemos por toda la eternidad.
Viendo las cosas desde el punto de vista del más allá, de la eternidad, entenderemos un poco mejor que las cosas que suceden en este mundo, por muy terribles y tremendas que puedan ser, son una nada comparadas con una hora de sufrimientos en el Infierno.
Entonces confiemos en Dios, que encauza todo hacia el cumplimiento de su voluntad, porque en definitiva hasta los más grandes gobernantes del mundo lo son porque Dios se lo ha permitido, y lo son hasta que el Señor diga su “basta”, ya que no se puede sobrepasar la medida que Dios tiene fijada para cada uno.
Estemos contentos y felices, en una grandísima paz, porque Dios gobierna el mundo, y nada de lo que sucede podría suceder si Dios no lo permitiera, y si lo ha permitido, es porque es para bien y por sus altísimos fines que conoceremos en el otro mundo. A nosotros sólo nos toca el tener una gran, grandísima confianza en Dios y en su Providencia, y vivir tranquilos pase lo que pase.
Si nuestra confianza en Dios fuera más grande ¡cuántas cosas recibiríamos de Dios! ¡Cuántas gracias, favores, regalos, obtendríamos del Padre eterno que es infinitamente rico y que nos concede dones y gracias a la medida de nuestra confianza en Él!
Confiemos, confiemos cada vez más. No nos dejemos inquietar por nada ni nadie. No nos dejemos arrebatar la paz, primer paso que usa el demonio para llevarnos a la desesperación. Dios ve, Dios escucha, Dios hará justicia hasta las últimas consecuencias. Así que estemos contentos y alegres, porque al confiar en Dios lo tenemos todo resuelto, y en la medida de nuestra confianza en Él, será también en esa misma medida lo que recibiremos de su Bondad infinita.

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