La confianza en Dios es la puerta que abre el Corazón divino, pues quien confía mucho en el Señor, nunca se verá desengañado, sino que cada vez más probará la dulzura y bondad del Señor.
Efectivamente quien confía en Dios y en su Madre Santísima, verá coronada su vida con él éxito y el triunfo, no sólo en este mundo, sino también en el venidero.
Y si queremos recibir mucho, pero mucho, muchísimo del Señor, entonces confiemos mucho, muchísimo en Él, y así obtendremos todo de Dios.
El secreto está en la confianza. Cuanto más confiemos en Dios y en su bondad infinita; en Dios y en su Providencia amorosa, que dispone absolutamente todo para nuestro bien, entonces tanto más obtendremos del Señor, y nuestra vida se desenvolverá en gran paz, porque estaremos anclados en que Dios gobierna todo, y que nos ama y nos cuida. Sabremos que hay un Bueno que vela por nosotros y por quienes amamos.
Si confiáramos en Dios como Él lo desea, entonces tendríamos todo resuelto, porque viviríamos felices como los pichoncitos en el nido paterno, y como los niños en el seno de sus madres.
Confiemos en Dios; confiemos en Él a pesar de todo lo que nos quiera hacer desconfiar, y entonces sí que veremos grandes milagros, ¡grandísimos milagros que el Señor hará por nosotros, por nuestros seres queridos, nuestra Patria y por el mundo entero!
La confianza en Dios, abre los caminos más difíciles, y obtiene absolutamente TODO de Dios.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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