Se acercan las fiestas de Navidad y Año Nuevo y quizás estamos tristes y abatidos porque en este tiempo hemos perdido seres queridos, o tuvimos algún dolor o problema, y entonces tenemos sentimientos encontrados y opuestos. Pero debemos recordar que este mundo no es nuestro destino final, sino que nuestra patria es el Cielo, donde Dios nos tiene preparado un lugar maravilloso, y en aquél lugar se restablecerán todas las santas relaciones familiares, de amistad, y todos juntos volveremos a estar unidos ya para siempre. Festejemos Navidad en la tierra porque a pesar de nuestras penas, sabemos que Dios nace, y este acontecimiento es festejado por nosotros que peregrinamos en el mundo, y también hay fiesta en el Cielo y en el Purgatorio, ya que es en el día de Navidad y no en el de Todos los Santos, cuando mayor número de almas salen del Purgatorio para ir al Cielo por toda la eternidad. Así que a pesar de nuestras lágrimas, levantemos la cabeza y miremos aquel destino que Dios nos tiene preparado, y así, con esa esperanza en el alma, festejemos que estamos vivos y en tiempo de merecer gloria por nuestros sufrimientos pacientemente sobrellevados. La Comunión de los Santos hace que estemos realmente unidos todos los que están en el Cielo, los que se purifican en el Purgatorio y los que militamos en la tierra, de modo que no estamos separados de nuestros seres queridos que han partido hacia la eternidad, sino que estamos profundamente unidos a ellos. El Señor viene en esta Navidad a enjugar nuestras lágrimas, a decirnos que si bien no nos puede devolver los afectos que hemos perdido en este tiempo, nos los devolverá un día, en el más allá, donde se restablecerán las santas relaciones familiares y de amistad. Olvidemos la cárcel de este mundo, pensando en aquel día glorioso en que estaremos ya juntos para siempre, eternamente felices con una felicidad imposible de imaginar. Tengamos fe, porque no puede sentirse solo quien tiene fe en Dios, pues sabe que hay un Bueno que vela por él y por los suyos, y creyendo en Dios y confiando en Él, la alegría, la serenidad y la paz volverán a nuestra alma, a nuestra casa. Y si bien correrán lágrimas en nuestros ojos por los seres queridos que ya no están presentes, vislumbraremos la luz de la gloria que nos espera y eso enjugará nuestro llanto y nos dará la resignación y el deseo de hacer buenas obras y cumplir los mandamientos para que un día también nosotros podamos ganarnos el Cielo y gozar ya para siempre con nuestros seres queridos. ¡Feliz Navidad para todos! Cristo nace nuevamente y es motivo de alegría y esperanza, porque nos espera el Paraíso, ya que el Señor nos ha abierto las puertas del Cielo. |
domingo, 24 de diciembre de 2017
Se acercan las fiestas.
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