En Cuaresma, la gracia de Dios baja de manera especial a ti y a cada uno de nosotros, y busca que usando tu libertad lo sigas en la ruta a Su Pasión, para que, acompañándole, logres tu verdadera conversión: amarlo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y manifestar tu amor a Cristo, de dos maneras:
a) Apoyándote en Él, abandonándote totalmente a Su Voluntad en las alegrías y en las penas, en el gozo y en el sufrimiento.
b) Apoyándote, sí, pero al mismo tiempo… ¡arriesgándote por Él! a través de tu participación activa, para que desde tu estado de vida des testimonio de un buen hijo de Dios, trabajando duro, orando con intensidad, cumpliendo sus Mandamientos, Bienaventuranzas y Obras de Misericordia para el bien de los otros; en una palabra, siendo el buen samaritano.
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