Oh Virgen santísima
Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, con alegría y admiración nos unimos a tu Magnificat, a tu canto de amor agradecido.
Contigo damos gracias a Dios,
«cuya misericordia se extiende de generación en generación», por la espléndida vocación y por la multiforme misión confiada a los fieles laicos, por su nombre llamados por Dios a vivir en comunión de amor y de santidad con Él y a estar fraternalmente unidos en la gran familia de los hijos de Dios, enviados a irradiar la luz de Cristo y a comunicar el fuego del Espíritu por medio de su vida evangélica en todo el mundo.
Virgen del Magnificat,
llena sus corazones de reconocimiento y entusiasmo por esta vocación y por esta misión.
Tú que has sido,
con humildad y magnanimidad, «la esclava del Señor», danos tu misma disponibilidad para el servicio de Dios y para la salvación del mundo. Abre nuestros corazones a las inmensas perspectivas del Reino de Dios y del anuncio del Evangelio a toda criatura.
En tu Corazón de Madre
están siempre presentes los muchos peligros y los muchos males que aplastan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Pero también están presentes tantas iniciativas de bien, las grandes aspiraciones a los valores, los progresos realizados en el producir frutos abundantes de salvación.
Virgen valiente,
inspira en nosotros fortaleza de ánimo y confianza en Dios, para que sepamos superar todos los obstáculos que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Enséñanos a tratar las realidades del mundo con un vivo sentido de responsabilidad cristiana y en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Dios, de los nuevos cielos y de la nueva tierra.
Tú que junto a los Apóstoles
has estado en oración en el Cenáculo esperando la venida del Espíritu de Pentecostés, invoca su renovada efusión sobre todos los fieles laicos, hombres y mujeres, para que correspondan plenamente a su vocación y misión, como sarmientos de la verdadera vid, llamados a dar mucho fruto para la vida del mundo.
Virgen Madre,
guíanos y sosténnos para que vivamos siempre como auténticos hijos e hijas de la Iglesia de tu Hijo y podamos contribuir a establecer sobre la tierra la civilización de la verdad y del amor, según el deseo de Dios y para su gloria. |
miércoles, 22 de agosto de 2012
MARIA REINA DEL CIELO
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