domingo, 1 de diciembre de 2013

12 DE DICIEMBRE DIA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE PATRONA DE AMERICA



Te propongo que envies una flor virtual (foto) o ramo de flores con tu mensaje a la Virgen ya sea de agradecimiento o petición. LLenemos a Maria de flores y por cada flor reza un Avemaria pidiendo por las intenciones del Papa, por la paz y el Amor en cada familia. Gracias, espero ver el muro lleno de flores.

Para ello copia y pega  el enlace: https://www.facebook.com/groups/215774891884622/
que te llevará a mi página de Facebook, gracias

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Del santo Evangelio según san Mateo 24, 37-44

Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. "Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.

Oración introductoria

Gracias, Jesus, por hacerte hombre para redimirnos. ¿Qué demostración de amor puede haber más grande que ésta? Con tu Encarnación asumiste nuestra carne, ahora quiero ofrecerte mi vida entera. Concédeme, en esta oración, nunca ser indiferente ni mal agradecido a tantos dones y permíteme alcanzar de Ti la gracia de la perseverancia final.

Petición ¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto, Señor!

Meditación del Papa Francisco

La vida no se nos da para que la conservemos celosamente para nosotros mismos, sino que se nos da para que la donemos. Queridos jóvenes, ¡tened un ánimo grande! ¡No tengáis miedo de soñar cosas grandes!
Finalmente, una palabra sobre el pasaje del juicio final, en el que se describe la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos. La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras. A la derecha se coloca a quienes actuaron según la voluntad de Dios, socorriendo al prójimo hambriento, sediento, extranjero, desnudo, enfermo, encarcelado; mientras que a la izquierda van los que no ayudaron al prójimo. Esto nos dice que seremos juzgados por Dios según la caridad, según como lo hayamos amado en nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados. (S.S. Francisco, 24 de abril de 2013).

Reflexión

Entre las múltiples leyendas de la mitología griega, nos ha sido transmitida la del ave Fénix. Después de haber sido sacrificada, esta águila real, por una especial concesión de los dioses, fue capaz de rehacerse desde sus propias cenizas y recibir el don de la inmortalidad. Desde entonces, esta ave Fénix es símbolo de esperanza y de resurrección a una vida nueva, a pesar de los fracasos más rotundos de la existencia humana.

Es curioso que los griegos hayan imaginado también esta leyenda, ya que su concepción de la vida era, más bien, un tanto trágica y pesimista. Sin embargo, gracias al cielo, nunca han faltado espíritus positivos en todas las culturas, ya que en el corazón del hombre anida un anhelo infinito de eternidad, y le es imposible vivir sin esperanza. Se asfixiaría.

Hace ya tiempo escuché en la predicación de un santo sacerdote esta sentencia: "a medida que avanzamos por la vida, tenemos mayor necesidad de vivir con más esperanza". He de confesar que esas palabras me impresionaron, aunque tal vez no tenía por entonces muchas experiencias personales que ratificaran esa afirmación. A la vuelta de varios años –aunque todavía soy joven— me he dado cuenta de esta profunda verdad.

No hay ninguna persona en este mundo sin sufrimiento. Pero cuando uno, como sacerdote, puede acercarse al mundo de las almas y penetrar en el fondo de su corazón, se da cuenta de la inmensidad de los sufrimientos físicos, morales y espirituales que afligen hoy a tantos seres humanos. Y creo que nadie como el sacerdote está mejor dotado para comprender y compartir esos sufrimientos. Porque el sacerdote no es sólo una persona con un gran sentido de humanidad; Dios ha querido colocarlo como un puente entre Él y los hombres para llevarlos a Él. Por eso, es capaz de amar de un modo puro, generoso y desinteresado a sus semejantes, de sentir una profunda simpatía por ellos, de compadecerse de sus dolores, y tratar de tenderles una mano y ayudarles en sus necesidades espirituales. Yo no sé si ésta será la experiencia de todos. Yo hablo por mí mismo y de mi propia experiencia.

Hoy iniciamos el período del adviento. Y el adviento es, ante todo, un tiempo de espera y de esperanza. No es la misma cosa, aunque exista entre ellos un gran parentesco. Se puede esperar algo o a alguien, y no necesariamente tener la virtud de la esperanza cristiana. Ésta nace de una fe en Dios muy intensa, profunda y verdadera, que nos lleva a confiar ciegamente en su gracia, en su poder, y a esperar con certeza plena en el cumplimiento de todas sus promesas.

¿Cuáles promesas? Las que nos ha revelado en la Sagrada Escritura y a través de nuestra santa madre, la Iglesia. Es decir, aquellas verdades que confesamos en nuestra fe y que se hallan contenidas en el credo. Pero, además, todo aquello que nuestro Señor Jesucristo nos prometió en el santo Evangelio y en lo que Dios nos transmitió por boca de sus profetas.

Entre ellos, Isaías es el gran cantor de la esperanza, el profeta de la esperanza mesiánica por antonomasia. Y, aunque Isaías profetizó varios siglos antes de la llegada del Mesías, sus promesas son siempre actuales y perennes, pues llevan el sello de la eternidad de Dios.

Hoy la Iglesia nos ofrece estas maravillosas palabras: "En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas y hacia él confluirán todas las naciones. Acudirán pueblos numerosos, que dirán: -Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor_... Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. ¡Venid, marchemos, caminemos a la luz del Señor!".

Son palabras que se refieren a la llegada del Mesías. Pero, al mismo tiempo, promesas que están siempre en espera de un cumplimiento definitivo. Con el nacimiento de Jesús en Belén, Dios cumplió su promesa. Pero aún no hemos llegado a esa bendita edad de oro anunciada por el profeta. Es la paz que anhela profundamente nuestro corazón y por la que suspira todo nuestro ser. Es la paz que poseeremos plenamente en la vida futura, en donde "ya no habrá hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni calor alguno porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará hasta las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7, 16-17).

A esa paz llegaremos al final de los tiempos, cuando Dios "cree unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recuerde lo pasado...". Entonces nos gozaremos en "un gozo y alegría eternas" ante lo que Dios va a crear para nosotros (Is 65, 17ss).

Pero, para llegar a esa paz y a esa dicha bienaventurada, tenemos que preparar ya desde ahora nuestro corazón y tratar de vivir con el corazón en el cielo. Y con los pies sobre la tierra. Nuestro Redentor está para llegar esta Navidad, y necesitamos preparar nuestra alma para su próxima venida.

Hemos de disponer nuestros corazones con la oración y la vigilancia –como nos recomienda hoy el Señor en el Evangelio— para poder vivir dignamente, en estado de gracia y en amistad con Él. Fue éste mismo el consejo que nos dejó antes de su Pasión: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 26, 41).

Propósito

Si vivimos así, nuestra esperanza no será un idealismo utópico, sino una actitud existencial realista y un comportamiento cristiano personal y exigente. Así podremos prepararnos dignamente para la doble venida del Señor: en el tiempo y en la eternidad.

Y entonces seremos mucho más que un ave Fénix. Seremos como ángeles y gozaremos de la compañía de Dios, dichosos y felices por los siglos de los siglos.
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Del santo Evangelio según san Mateo 24, 37-44 

Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. "Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. 

Oración introductoria 

Gracias, Jesus, por hacerte hombre para redimirnos. ¿Qué demostración de amor puede haber más grande que ésta? Con tu Encarnación asumiste nuestra carne, ahora quiero ofrecerte mi vida entera. Concédeme, en esta oración, nunca ser indiferente ni mal agradecido a tantos dones y permíteme alcanzar de Ti la gracia de la perseverancia final. 

Petición ¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto, Señor! 

Meditación del Papa Francisco 

La vida no se nos da para que la conservemos celosamente para nosotros mismos, sino que se nos da para que la donemos. Queridos jóvenes, ¡tened un ánimo grande! ¡No tengáis miedo de soñar cosas grandes! 
Finalmente, una palabra sobre el pasaje del juicio final, en el que se describe la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos. La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras. A la derecha se coloca a quienes actuaron según la voluntad de Dios, socorriendo al prójimo hambriento, sediento, extranjero, desnudo, enfermo, encarcelado; mientras que a la izquierda van los que no ayudaron al prójimo. Esto nos dice que seremos juzgados por Dios según la caridad, según como lo hayamos amado en nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados. (S.S. Francisco, 24 de abril de 2013). 

Reflexión 

Entre las múltiples leyendas de la mitología griega, nos ha sido transmitida la del ave Fénix. Después de haber sido sacrificada, esta águila real, por una especial concesión de los dioses, fue capaz de rehacerse desde sus propias cenizas y recibir el don de la inmortalidad. Desde entonces, esta ave Fénix es símbolo de esperanza y de resurrección a una vida nueva, a pesar de los fracasos más rotundos de la existencia humana. 

Es curioso que los griegos hayan imaginado también esta leyenda, ya que su concepción de la vida era, más bien, un tanto trágica y pesimista. Sin embargo, gracias al cielo, nunca han faltado espíritus positivos en todas las culturas, ya que en el corazón del hombre anida un anhelo infinito de eternidad, y le es imposible vivir sin esperanza. Se asfixiaría. 

Hace ya tiempo escuché en la predicación de un santo sacerdote esta sentencia: "a medida que avanzamos por la vida, tenemos mayor necesidad de vivir con más esperanza". He de confesar que esas palabras me impresionaron, aunque tal vez no tenía por entonces muchas experiencias personales que ratificaran esa afirmación. A la vuelta de varios años –aunque todavía soy joven— me he dado cuenta de esta profunda verdad. 

No hay ninguna persona en este mundo sin sufrimiento. Pero cuando uno, como sacerdote, puede acercarse al mundo de las almas y penetrar en el fondo de su corazón, se da cuenta de la inmensidad de los sufrimientos físicos, morales y espirituales que afligen hoy a tantos seres humanos. Y creo que nadie como el sacerdote está mejor dotado para comprender y compartir esos sufrimientos. Porque el sacerdote no es sólo una persona con un gran sentido de humanidad; Dios ha querido colocarlo como un puente entre Él y los hombres para llevarlos a Él. Por eso, es capaz de amar de un modo puro, generoso y desinteresado a sus semejantes, de sentir una profunda simpatía por ellos, de compadecerse de sus dolores, y tratar de tenderles una mano y ayudarles en sus necesidades espirituales. Yo no sé si ésta será la experiencia de todos. Yo hablo por mí mismo y de mi propia experiencia. 

Hoy iniciamos el período del adviento. Y el adviento es, ante todo, un tiempo de espera y de esperanza. No es la misma cosa, aunque exista entre ellos un gran parentesco. Se puede esperar algo o a alguien, y no necesariamente tener la virtud de la esperanza cristiana. Ésta nace de una fe en Dios muy intensa, profunda y verdadera, que nos lleva a confiar ciegamente en su gracia, en su poder, y a esperar con certeza plena en el cumplimiento de todas sus promesas. 

¿Cuáles promesas? Las que nos ha revelado en la Sagrada Escritura y a través de nuestra santa madre, la Iglesia. Es decir, aquellas verdades que confesamos en nuestra fe y que se hallan contenidas en el credo. Pero, además, todo aquello que nuestro Señor Jesucristo nos prometió en el santo Evangelio y en lo que Dios nos transmitió por boca de sus profetas. 

Entre ellos, Isaías es el gran cantor de la esperanza, el profeta de la esperanza mesiánica por antonomasia. Y, aunque Isaías profetizó varios siglos antes de la llegada del Mesías, sus promesas son siempre actuales y perennes, pues llevan el sello de la eternidad de Dios. 

Hoy la Iglesia nos ofrece estas maravillosas palabras: "En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas y hacia él confluirán todas las naciones. Acudirán pueblos numerosos, que dirán: -Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor_... Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. ¡Venid, marchemos, caminemos a la luz del Señor!". 

Son palabras que se refieren a la llegada del Mesías. Pero, al mismo tiempo, promesas que están siempre en espera de un cumplimiento definitivo. Con el nacimiento de Jesús en Belén, Dios cumplió su promesa. Pero aún no hemos llegado a esa bendita edad de oro anunciada por el profeta. Es la paz que anhela profundamente nuestro corazón y por la que suspira todo nuestro ser. Es la paz que poseeremos plenamente en la vida futura, en donde "ya no habrá hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni calor alguno porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará hasta las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7, 16-17). 

A esa paz llegaremos al final de los tiempos, cuando Dios "cree unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recuerde lo pasado...". Entonces nos gozaremos en "un gozo y alegría eternas" ante lo que Dios va a crear para nosotros (Is 65, 17ss). 

Pero, para llegar a esa paz y a esa dicha bienaventurada, tenemos que preparar ya desde ahora nuestro corazón y tratar de vivir con el corazón en el cielo. Y con los pies sobre la tierra. Nuestro Redentor está para llegar esta Navidad, y necesitamos preparar nuestra alma para su próxima venida. 

Hemos de disponer nuestros corazones con la oración y la vigilancia –como nos recomienda hoy el Señor en el Evangelio— para poder vivir dignamente, en estado de gracia y en amistad con Él. Fue éste mismo el consejo que nos dejó antes de su Pasión: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 26, 41). 

Propósito 

Si vivimos así, nuestra esperanza no será un idealismo utópico, sino una actitud existencial realista y un comportamiento cristiano personal y exigente. Así podremos prepararnos dignamente para la doble venida del Señor: en el tiempo y en la eternidad. 

Y entonces seremos mucho más que un ave Fénix. Seremos como ángeles y gozaremos de la compañía de Dios, dichosos y felices por los siglos de los siglos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?

Adviento es un tiempo cuyo nombre (adventus) significa “venida”. Al revivir la espera gozosa del Mesías en su Encarnación, preparamos el Regreso del Señor al fin de los tiempos : Vino, Viene, Volverá.

“El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera Venida de Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, la fe se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de los tiempos.

Por estos dos motivos, Adviento se presenta como un tiempo de piadosa alegre esperanza”
(Calendario Romano n.39)

Adviento, un tiempo para vivir y celebrar, bajo el signo de “encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre en busca de Dios.

Los hombres desean la paz, aspiran a la justicia y la libertad, sueñan felicidad. Desde siempre. De generación en generación, de año en año, a través de los siglos, se prolongan estos anhelos frecuentemente decepcionados.

En estos llamados y búsquedas de los hombres se expresan las promesas de Dios. La historia de Israel, el pueblo de Dios, es el signo de estas promesas y revelan su realización, conduce a Cristo Jesús y nos lo da.

Con los deseos y los anhelos de los hombres, la Iglesia, hoy, hace su oración. Nos asegura que Dios cumple sus promesas. En pos del profeta Isaías, con las palabras vigorosas de Juan Bautista, no dice, como la Virgen María que hay que acoger a Cristo.

Adviento: re-encontrar, en el fondo de sí mismo, todo lo que puede ser salvado; volverse hacia Cristo, que vendrá un día en su gloria, pero que ya está y nos espera. Volverse hacia Cristo es lo que llamamos “Convertirse”. Adviento es tiempo de conversión. Y tiempo de espera.

Desde Adviento hasta el Bautismo del Señor

Las Fiestas del Advenimiento

Los domingos de Adviento, las festividades de Navidad y la evocación del bautismo de Jesús, forman un conjunto que podemos llamar la celebración de la Venida del Señor, recordando que la palabra “Adviento” significa justamente “advenimiento, venida”.

Navidad recuerda la Venida del Salvador en la humildad de nuestra carne humana y se desarrolla en múltiples facetas: no sólo la Venida del Niño (noche de Navidad) y el misterio de Verbo hecho carne ( Navidad día), sino también, Dios entrando en el tejido de las relaciones familiares (Santa Familia), y Dios resaltando la misión de María (1° de Enero).

La Epifanía, mucho más celebrada en las Iglesias de Oriente, nos revela el alcance universal de la Venida de Dios entre los hombres mientras, que el Bautismo inaugura la misión concreta de Jesús, el Salvador: el Espíritu Santo lo consagra como enviado de Dios, al descender sobre Él en su forma visible.

Los Cuatro Domingos de Adviento

1. Cada año, la elección de los evangelios nos hace seguir una progresión en los 4 domingos de Adviento:

• El primer domingo nos orienta hacia la Venida del Señor al final de la historia y el mensaje es el de la vigilancia;

• El segundo domingo está centrado en la figura de Juan Bautista y el mensaje es el de la paciencia y de la preparación activa para la Venida del Señor;

• El tercer domingo, también centrado en el Bautista, nos orienta con más fuerza hacia la persona de Aquél que viene; el mensaje es el de la alegría por la venida muy cercana;

• El cuarto domingo contempla el misterio de la Encarnación de Dios en María; el mensaje: una preparación profunda del misterio de la Navidad.

2. Adviento no es, pues, una simple preparación de Navidad. Celebra a la vez la última Venida del Señor que dará todo su sentido a nuestra historia; pero también celebra al Señor que viene cada día a nosotros con una presencia muy real, pero que nos da la sed de Él, más fuerte y palpable.
¿QUÉ ES EL ADVIENTO?

Adviento es un tiempo cuyo nombre (adventus) significa “venida”. Al revivir la espera gozosa del Mesías en su Encarnación, preparamos el Regreso del Señor al fin de los tiempos : Vino, Viene, Volverá.

“El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera Venida de Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, la fe se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de los tiempos.

Por estos dos motivos, Adviento se presenta como un tiempo de piadosa alegre esperanza”
(Calendario Romano n.39)

Adviento, un tiempo para vivir y celebrar, bajo el signo de “encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre en busca de Dios.

Los hombres desean la paz, aspiran a la justicia y la libertad, sueñan felicidad. Desde siempre. De generación en generación, de año en año, a través de los siglos, se prolongan estos anhelos frecuentemente decepcionados.

En estos llamados y búsquedas de los hombres se expresan las promesas de Dios. La historia de Israel, el pueblo de Dios, es el signo de estas promesas y revelan su realización, conduce a Cristo Jesús y nos lo da.

Con los deseos y los anhelos de los hombres, la Iglesia, hoy, hace su oración. Nos asegura que Dios cumple sus promesas. En pos del profeta Isaías, con las palabras vigorosas de Juan Bautista, no dice, como la Virgen María que hay que acoger a Cristo.

Adviento: re-encontrar, en el fondo de sí mismo, todo lo que puede ser salvado; volverse hacia Cristo, que vendrá un día en su gloria, pero que ya está y nos espera. Volverse hacia Cristo es lo que llamamos “Convertirse”. Adviento es tiempo de conversión. Y tiempo de espera.

Desde Adviento hasta el Bautismo del Señor

Las Fiestas del Advenimiento

Los domingos de Adviento, las festividades de Navidad y la evocación del bautismo de Jesús, forman un conjunto que podemos llamar la celebración de la Venida del Señor, recordando que la palabra “Adviento” significa justamente “advenimiento, venida”.

Navidad recuerda la Venida del Salvador en la humildad de nuestra carne humana y se desarrolla en múltiples facetas: no sólo la Venida del Niño (noche de Navidad) y el misterio de Verbo hecho carne ( Navidad día), sino también, Dios entrando en el tejido de las relaciones familiares (Santa Familia), y Dios resaltando la misión de María (1° de Enero).

La Epifanía, mucho más celebrada en las Iglesias de Oriente, nos revela el alcance universal de la Venida de Dios entre los hombres mientras, que el Bautismo inaugura la misión concreta de Jesús, el Salvador: el Espíritu Santo lo consagra como enviado de Dios, al descender sobre Él en su forma visible.

Los Cuatro Domingos de Adviento

1. Cada año, la elección de los evangelios nos hace seguir una progresión en los 4 domingos de Adviento:

• El primer domingo nos orienta hacia la Venida del Señor al final de la historia y el mensaje es el de la vigilancia;

• El segundo domingo está centrado en la figura de Juan Bautista y el mensaje es el de la paciencia y de la preparación activa para la Venida del Señor;

• El tercer domingo, también centrado en el Bautista, nos orienta con más fuerza hacia la persona de Aquél que viene; el mensaje es el de la alegría por la venida muy cercana;

• El cuarto domingo contempla el misterio de la Encarnación de Dios en María; el mensaje: una preparación profunda del misterio de la Navidad.

2. Adviento no es, pues, una simple preparación de Navidad. Celebra a la vez la última Venida del Señor que dará todo su sentido a nuestra historia; pero también celebra al Señor que viene cada día a nosotros con una presencia muy real, pero que nos da la sed de Él, más fuerte y palpable.

miércoles, 30 de octubre de 2013

QUÉ PUERTA ESCOGES?



30º Semana del Tiempo Ordinario Lucas 13, 22-30 

«Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaban hacia Jerusalén. Y uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les contestó: «Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y os responderá: "No sé de dónde sois". Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas". Y os diré: "No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad".
Allí será el llanto y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera.
Y vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y el Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos». (Lucas 13, 22-30)
1º. Jesús, ¿cuál es esta puerta angosta? Porque cuando la puerta se cierre no se volverá a abrir aunque la golpeemos con fuerza.
Si quiero salvarme, he de encontrar esta puerta -que es la única entrada al Reino de los cielos- antes de que sea tarde.
Por suerte, Tú mismo me das la respuesta: «Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará» (Juan 10,9).
Jesús, Tú eres la puerta, la entrada a Dios.
Así como la puerta, perteneciendo a la casa, es parte también de la calle, así también Tú, Jesús, siendo Dios eres también hombre.
Por eso eres el mediador entre Dios y los hombres, y mi único camino hacia el Padre.
Y quieres que la Iglesia me guíe para que pueda entrar por esa puerta que eres Tú.
«De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello, Pedro fue pastor y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores también todos los buenos obispos» (Santo Tomás).
Tú eres la puerta que estaba cerrada en el Antiguo Testamento.
Con tu muerte en la cruz me la has abierto: me has dado tu gracia para que pueda entrar en tu casa, en tu vida.
Jesús, si te expulso de mi alma por el pecado, estoy volviendo a cerrar esa puerta que me comunica con Dios.
Ayúdame a no cerrarla nunca.
Y si alguna vez la cierro, que acuda con prontitud a la llave de la confesión para volverla a abrir.
«Esforzaos para entrar por la puerta angosta.»
Jesús, me recuerdas que la vida cristiana requiere esfuerzo.
La vida interior no es un sentimiento, sino una lucha continuada por hacer la voluntad de Dios.
La puerta no es ancha, no se amolda a las apetencias ni a las modas; la puerta es angosta, esto es, estrecha.
Y hay que esforzarse por entrar en ella.
2º. «Hablas continuamente de que hay que corregir, de que es preciso reformar. Bien…: ¡refórmate tú! -que buena falta te hace-, y ya habrás comenzado la reforma. Mientras tanto, no daré crédito a tus proclamas de renovación» (Surco.-636).
Jesús, para entrar en el Reino de los cielos Tú vas a mirar mis obras.
No es suficiente con haber escuchado tu doctrina, o haber asistido a Misa los domingos.
«Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas», se excusan aquellas gentes.
Y oyen tu respuesta tajante: «Apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad».
Son las obras las que definen nuestra cercanía a Dios en la tierra y, después, en la vida eterna.
Ni siquiera el que predica el Evangelio puede sentirse dispensado.
San Pablo lo tenía muy claro: «por eso mortifico mi cuerpo y lo castigo, no sea que habiendo predicado a otros sea yo desechado» (1 Corintios 9,27).
Para entrar por la puerta angosta es preciso esforzarse por hacer buenas obras, y para ello hay que luchar contra la comodidad, la sensualidad y el egoísmo: corregir esos vicios y flaquezas, reformar esos ideales egoístas, transformar la vida entera.
¡Refórmate tú! -que buena falta te hace-, y ya habrás comenzado la reforma.
Esta meditación está tomada de:
"Una cita con Dios" de Pablo Cardona.
Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona
QUÉ PUERTA ESCOGES?
 
30º Semana del Tiempo Ordinario Lucas 13, 22-30 
«Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaban hacia Jerusalén. Y uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les contestó: «Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y os responderá: "No sé de dónde sois". Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas". Y os diré: "No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad".
Allí será el llanto y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera.
Y vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y el Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos». (Lucas 13, 22-30)
1º. Jesús, ¿cuál es esta puerta angosta? Porque cuando la puerta se cierre no se volverá a abrir aunque la golpeemos con fuerza.
Si quiero salvarme, he de encontrar esta puerta -que es la única entrada al Reino de los cielos- antes de que sea tarde.
Por suerte, Tú mismo me das la respuesta: «Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará» (Juan 10,9).
Jesús, Tú eres la puerta, la entrada a Dios.
Así como la puerta, perteneciendo a la casa, es parte también de la calle, así también Tú, Jesús, siendo Dios eres también hombre.
Por eso eres el mediador entre Dios y los hombres, y mi único camino hacia el Padre.
Y quieres que la Iglesia me guíe para que pueda entrar por esa puerta que eres Tú.
«De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello, Pedro fue pastor y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores también todos los buenos obispos» (Santo Tomás).
Tú eres la puerta que estaba cerrada en el Antiguo Testamento.
Con tu muerte en la cruz me la has abierto: me has dado tu gracia para que pueda entrar en tu casa, en tu vida.
Jesús, si te expulso de mi alma por el pecado, estoy volviendo a cerrar esa puerta que me comunica con Dios.
Ayúdame a no cerrarla nunca.
Y si alguna vez la cierro, que acuda con prontitud a la llave de la confesión para volverla a abrir.
«Esforzaos para entrar por la puerta angosta.»
Jesús, me recuerdas que la vida cristiana requiere esfuerzo.
La vida interior no es un sentimiento, sino una lucha continuada por hacer la voluntad de Dios.
La puerta no es ancha, no se amolda a las apetencias ni a las modas; la puerta es angosta, esto es, estrecha.
Y hay que esforzarse por entrar en ella.
2º. «Hablas continuamente de que hay que corregir, de que es preciso reformar. Bien…: ¡refórmate tú! -que buena falta te hace-, y ya habrás comenzado la reforma. Mientras tanto, no daré crédito a tus proclamas de renovación» (Surco.-636).
Jesús, para entrar en el Reino de los cielos Tú vas a mirar mis obras.
No es suficiente con haber escuchado tu doctrina, o haber asistido a Misa los domingos.
«Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas», se excusan aquellas gentes.
Y oyen tu respuesta tajante: «Apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad».
Son las obras las que definen nuestra cercanía a Dios en la tierra y, después, en la vida eterna.
Ni siquiera el que predica el Evangelio puede sentirse dispensado.
San Pablo lo tenía muy claro: «por eso mortifico mi cuerpo y lo castigo, no sea que habiendo predicado a otros sea yo desechado» (1 Corintios 9,27).
Para entrar por la puerta angosta es preciso esforzarse por hacer buenas obras, y para ello hay que luchar contra la comodidad, la sensualidad y el egoísmo: corregir esos vicios y flaquezas, reformar esos ideales egoístas, transformar la vida entera.
¡Refórmate tú! -que buena falta te hace-, y ya habrás comenzado la reforma.
Esta meditación está tomada de: 
"Una cita con Dios" de Pablo Cardona. 
Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona

INVITACIÓN ESPECIAL

INVITACION ESPECIAL


El Papa Francisco consagró al mundo entero el 13 de octubre al Corazón Inmaculado de María.
Te invito a consagrarte, a consagrar tu familia, tu matrimonio de forma más personal al Corazón de Maria.
¿Qué beneficios traerá a mi vida?
La Virgen María nos dice:
1ª A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.

2ª Daré paz a sus familias.

3ª Las consolaré en todas sus aflicciones.

4ª Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, principalmente en la hora de la muerte.

5ª Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6ª Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.

7ª Las almas tibias se harán fervorosas.

8ª Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9ª Bendeciré las casas en las que la imagen de mi Corazón se exponga y sea honrada.

10ª Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.

11ª Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12ª A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final… a los que me tributen gloria, amor y reparación, prometo un especial auxilio durante su vida pero principalmente a la hora de su muerte.

Nuestro compromiso es de ser fieles a sus mandamientos, llevar una vida de oración tanto individual (leyendo y meditando la Biblia), como en familia (el rezo del Rosario cada día), recibir los Sacramentos, cumplir las responsabilidades de nuestro estado de vida (siendo buenos esposos/padres, esposas/madres, hijos/hermanos), y estar atentos a las necesidades de nuestro prójimo.

La próxima fecha para comenzar la preparación es el 5 de noviembre y termina el 8 de diciembre día de la Inmaculada Concepción de María con la Consagración.
Si deseas hacerla o conoces a alguien que estaría interesado por favor difunde este mensaje y escribe a bajotusalasmecobijo@yahoo.com.Muchas gracias Dios te bendiga. Liliana Vieyra Tanguy
Foto: INVITACION ESPECIAL
El Papa Francisco consagró al mundo entero el 13 de octubre al Corazón Inmaculado de María.
Te invito a consagrarte, a consagrar tu familia, tu matrimonio de forma más personal al Corazón de Maria.
¿Qué beneficios traerá a mi vida?
La Virgen María nos dice:
1ª A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.

2ª Daré paz a sus familias.

3ª Las consolaré en todas sus aflicciones.

4ª Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, principalmente en la hora de la muerte.

5ª Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6ª Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.

7ª Las almas tibias se harán fervorosas.

8ª Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9ª Bendeciré las casas en las que la imagen de mi Corazón se exponga y sea honrada.

10ª Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.

11ª Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12ª A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final… a los que me tributen gloria, amor y reparación, prometo un especial auxilio durante su vida pero principalmente a la hora de su muerte.

Nuestro compromiso es de ser fieles a sus mandamientos, llevar una vida de oración tanto individual (leyendo y meditando la Biblia), como en familia (el rezo del Rosario cada día), recibir los Sacramentos, cumplir las responsabilidades de nuestro estado de vida (siendo buenos esposos/padres, esposas/madres, hijos/hermanos), y estar atentos a las necesidades de nuestro prójimo.

La próxima fecha para comenzar la preparación es el 5 de noviembre y termina el 8 de diciembre día de la Inmaculada Concepción de María con la Consagración.
Si deseas hacerla o conoces a alguien que estaría interesado por favor difunde este mensaje y escribe a bajotusalasmecobijo@yahoo.com.Muchas gracias Dios te bendiga. Liliana Vieyra Tanguy

jueves, 24 de octubre de 2013

NOVENA POR LOS DIFUNTOS COMIENZA 24/10

La novena comienza el 24 de octubre. Esta novena la rezamos por nuestros difuntos o almas del Purgatorio, para que nuestras oraciones y sufragios de buenas obras les aprovechen y lleguen pronto a unirse con Dios en el cielo.
Recemos más por los difuntos. Ofrezcamos por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras.
Los muertos no vienen a espantar a nadie, pero rezan y obtienen favores por quienes rezan por ellos.

La práctica de orar por los difuntos es antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados” (2Mac. 12, 46).
La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: “No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma”).
San Gregorio Magno afirma: “Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso”.
De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: “Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio”. Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.
La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: “¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?”, y él le respondió: “Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él”.
¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

LA NOVENA
Oración Final y Responso
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

Padrenuestro.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y luzca para ellos la luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.

DÍA PRIMERO
Por la señal,etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que quieres que tengamos suma delicadeza de conciencia y santidad perfecta: te rogamos nos la concedas a nosotros; y a los que por no haberla tenido se están purificando en el purgatorio, te dignes aplicar nuestros sufragios y llevarlos pronto de aquellas penas al cielo. Te lo pedimos por la intercesión de tu Madre purísima y de San José.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA SEGUNDO

Por la señal, etc..
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc
Señor mío Jesucristo, que eres cabeza de todos tus fieles cristianos que en ti nos unimos como miembros de un mismo cuerpo que es la Iglesia: te suplicamos nos unas más y más contigo y que nuestras oraciones y sufragios de buenas obras aprovechen a las ánimas de nuestros hermanos del purgatorio, para que lleguen pronto a unirse a sus hermanos del cielo.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA TERCERO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que a los que pecan castigas con justicia en esta vida o en la otra: concédenos la gracia de nunca pecar y ten misericordia de los que, habiendo pecado, no pudieron, por falta de tiempo, o no quisieron, por falta de voluntad y por amor del regalo, satisfacer en esta vida y están padeciendo ahora sus penas en el purgatorio; y a ellos y a todos llévalos pronto a su descanso.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA CUARTO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que exiges la penitencia aun de los pecados veniales en este mundo o en el otro: danos temor santo de los pecados veniales y en misericordia de los que, por haberlos cometido, están ahora purificándose en el purgatorio y líbralos a ellos y a todos los pecadores de sus penas, llevándoles a la gloria eterna.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA QUINTO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que a los regalados en esta vida, que no pagaron por su culpa o no tuvieron bastante caridad con el pobre, castigas en la otra con la penitencia que aquí no hicieron: concédenos las virtudes de la mortificación y de la caridad y acepta misericordioso nuestra caridad y sufragios, para que por ellos lleguen pronto a su descanso eterno.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA SEXTO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que quisiste que honrásemos a nuestros padres y parientes y distinguiésemos a nuestros amigos: te rogamos por todas las ánimas del purgatorio, pero especialmente por los padres, parientes y amigos de cuantos hacemos está novena, para que logren el descanso eterno.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA SÉPTIMO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que a los que no se preparan a tiempo para la muerte, recibiendo bien los últimos sacramentos y purificándose de los residuos de la mala vida pasada, los purificas en el purgatorio con terribles tormentos: te suplicamos, Señor, por los que murieron sin prepararse y por todos los demás, rogándote que les concedas a todos ellos la gloria y a nosotros recibir bien los últimos sacramentos.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA OCTAVO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, que a los que vivieron en este mundo demasiado aficionados a los bienes terrenales y olvidados de la gloria, los retienes apartados del premio, para que se purifiquen de su negligencia en desearlo: calma, Señor misericordioso, sus ansias y colma sus deseos, para que gocen pronto de tu presencia, y a nosotros concédenos amar de tal manera los bienes celestiales, que no deseemos desordenadamente los terrenos.
Terminar con la oración final y el responso
DÍA NOVENO
Por la señal, etc.
Pésame Dios mío … o Señor mío Jesucristo, etc.
Señor mío Jesucristo, cuyos méritos son infinitos y cuya bondad es inmensa: mira propicio a tus hijos que gimen en el purgatorio anhelando la hora de ver tu faz, de recibir tu abrazo, de descansar a tu lado y; mirándolos, compadécete de sus penas y perdona lo que les falta para pagar por sus culpas. Nosotros te ofrecemos nuestras obras y sufragios, los de tus Santos y Santas; los de tu Madre y tus méritos; haz que pronto salgan de su cárcel y reciban de tus manos su libertad y la gloria eterna.
Terminar con la oración final y el responso


miércoles, 23 de octubre de 2013

ORACION POR LA RECONCILIACIÓN

Implorando la Reconciliación

¡Oh Madre de misericordia!
Intercede ante Dios
y obténnos la gracia
de la reconciliación cristiana
de los pueblos.
Obténnos las gracias
que en un instante
puedan convertir
los corazones humanos,
aquellas gracias
que puedan preparar y asegurar
la anhelada paz.
Reina de la Paz,
ruega por nosotros
y logra para el mundo
la paz en la verdad,
en la justicia, en la caridad de Cristo. Amén

miércoles, 28 de agosto de 2013

ORACIÓN DE PROTECCIÓN

 Nuestra Señora. yo os adoro, oh Virgen Santísima, Emperatriz del Cielo, Patrona y Señora del Universo, y postrado a los pies de vuestra grandeza y Majestad, humildemente os suplico, por los divinos dones, de que fuiste colmada por
la Santísima Trinidad en vuestra Asunción al Cielo, me recibáis bajo  vuestra segurísima protección, me escribáis en el número de vuestros felicísimos siervos , que tenéis esculpidos en vuestro virginal pecho; y dignaos oh Madre Clementísima, y Señora mía! de ser mi guía en este valle de lágrimas,  recibid mi pobre espíritu con sus potencias, y sentidos interiores  y exteriores y pues sois Tesorera de las gracias del Cielo, vestid mi desnudez con vuestra caridad, fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad mis tinieblas con vuestra sabiduría y adornad mi alma de gracias y virtudes, para que sea agradable a vuestros ojos y a los de vuestro Hijo Jesús: os suplico me concedáis la gracia (decirla) y en la hora de mi muerte, cuando me encontrare atribulado y afligido, consoladme con vuestra amorosísima presencia, y presentadme a la Santísima Trinidad. Amén.

jueves, 22 de agosto de 2013

15 minutos en compañía del Inmaculado Corazón de Maria




Gracias, Corazón bondadosísimo. Vos sois manantial de las divinas bendiciones; de Vos he recibido favores sin número. ¡Y cuántas veces, sin darme cuenta de ello!

Cuando Jesús me redimía en el Calvario, allí estabais Vos, juntando vuestra compasión a sus dolores, y vuestras lágrimas al torrente de su sangre redentora.

Tengo mis delicias junto al sagrario en la Santa Eucaristía; mas ese pan de ángeles es fruto regalado de vuestra sangre y vuestro amor.

¡Oh Corazón dulcísimo de mi Madre!, Vos sois el canal señalado por Dios mismo para distribuir todas sus gracias a los hombres. De Vos recibí aquella inspiración..., aquella fuerza para vencer..., aquel consuelo en mi aflicción.

De vos me vino aquella luz que me mostró el abismo a que corría..., aquella gracia que me movió a dolor de mis pecados... Aquel peligro conjurado..., aquella salud recobrada.., me vinieron de Vos. ¡No tienen número vuestros favores!. ¡Gracias, Corazón dulcísimo, gracias!

Y Vos, Corazón compasivo, ¿qué habéis recibido de mi? ¡Oh!, lo sabéis Vos, y yo también lo sé, para confusión mía.

A vuestro amor y ternura he respondido con fría ingratitud. Esa espada que os atraviesa de parte a parte, ¡oh Corazón de María!, os la he clavado yo, hijo ingrato...; y no una, sino muchas veces.

Aquellas miradas..., aquellos sentimientos..., aquellas intenciones inconfesables..., aquella soberbia oculta..., aquella sensualidad..., aquel escándalo.. Que os hubiese ofendido otro menos favorecido de vuestro amor, sería tolerable; pero que os haya disgustado yo, después de pruebas tan elocuentes y repetidas de vuestro amor... ¡Oh Corazón Santísimo de María!, yo me confundo y arrepiento; yo os pagaré amor con amor..., yo arrancaré la espada cruel que os atormenta..

¡Reparación, reparación! Si, os la quiero ofrecer siempre. ¡Os amo tanto! ¡Me duelen tan de veras la ingratitud y las continuas ofensas con que los hombres corresponden a vuestro amor!

¡Oh Corazón dulcísimo de María!, la espada cruel que os atraviesa nos habla de la pasión y muerte de Jesús y de los pecados de los hombres que os colman de amargura; pero desde hoy yo he de consolaros. Bendecid mis resoluciones. Yo amaré siempre a Jesús, para que no se pierda en mi el fruto de su sangre...; yo os prometo morir antes que pecar, porque no quiero renovar vuestros dolores...; yo pensaré en Vos, por los que os olvidan...; os alabaré por los que os blasfeman; yo os amaré con todas las fuerzas de mi alma...

Por vuestro amor, ¡oh Corazón Inmaculado!, me apartaré de aquella ocasión..., mortificaré mis sentidos...; haré que mis ojos, mis oídos, mi lengua, mis manos..., imiten vuestros ejemplos de modestia, de caridad, de servicialidad...

¡Oh Corazón de mi Madre!, para reparar las injurias que los hombres os hacen, me impondré entre día algunos pequeños sacrificios..., os ofreceré diariamente el rezo del Santo Rosario..., os consagraré los primeros sábados de mes, comulgando fervorosamente en honor vuestro...

Y tengo que pediros nuevos favores, ¡oh Corazón dulcísimo! Os lo expongo con plenísima confianza de obtenerlos, si convienen a mi eterna salvación. ¿No dijo vuestro Jesús: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás cuánto deseas"?

Pues concededme que no vuelva a caer en el pecado...; que os ame en todos los instantes de mi vida...; que al acabarse este destierro, me llevéis a gozar de vuestras ternuras en el cielo...

Corazón dulcísimo de María, Vos me habéis de salvar...; yo recojo vuestra regaladísima promesa de asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para salvarse a cuantos hayan comulgado cinco primeros sábados de mes seguidos. Yo os daré ese consuelo, y confío en vuestra bondad y ternura.

Y ahora, ¡oh Corazón Inmaculado!, Vos conocéis mi debilidad...; dadme fuerza para vencer aquella dificultad...; para cortar con tal ocasión... Alcanzadme esa virtud que Jesús me pide hace tanto tiempo... Y el asunto que llevo entre manos.., y la preocupación que conocéis..., arregladlo todo para mayor gloria de Dios.

Os pido por mis padres, hermanos, amigos (por aquel especialmente que anda alejado de Dios)..., por la conversión de todos los pecadores, por la perseverancia de los justos, por el alivio de mis queridos difuntos..., por los sacerdotes, para que sean santos, por los misioneros..Amen.

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